27 agosto, 2004

Y el fanatismo como religión

Ayer hablábamos aquí mismo del muy negativo papel que puede tener la religión cuando se convierte en fanatismo y, sobre todo, cuando tiene los medios para imponer su visión del mundo a la parte de la sociedad que no la comparte a través de la maquinaria del estado.

Algunos de los que leen esta bitácora (hay gente que tiene unas aficiones de lo más curiosas ;-) apuntan en los comentarios al artículo de ayer el papel “religioso” que han tenido determinadas ideas políticas durante el S XX y que en mi opinión todavía tienen, casualmente ese era el tema que teníamos pensado para tratar hoy, así que allá vamos.

Desde que en lo que podríamos llamar “occidente” el papel de la religión empezó a ser cuestionado hemos visto como determinadas doctrinas, algunas políticas como los totalitarismos, otras simplemente bobas como buena parte de las movidas nacidas alrededor del fenómeno OVNI (¿conocen a alguien más creyenteque el agente Mulder?), han venido a ocupar el hueco de la fe religiosa en el alma de muchas personas que no se sienten capaces de enfrentarse los abismos que son tanto la vida como la muerte sin otros motivos que la casualidad evolutiva y genética, sin un “plan maestro”.

Esto ha sido especialmente visible en el caso de los totalitarismos comunista y fascista, que han ocupado sistemáticamente el papel de la religión en varios aspectos: divinización del líder; sumisión de todos los aspectos de la vida a determinados ideales; creación de lo que podríamos denominar una “clase sacerdotal” con un poder directo sobre la conducta tanto pública como privada del individuo; y, sobre todo, dogmatización de las ideas, que dejan de cuestionarse con la razón y pasar a ser una tema de sentimientos.

Estas prácticas fueron habituales en la U.R.R.S. y lo son todavía en los “paraísos” cubano o norcoreano, aunque la caída del bloque soviético nos ha demostrado que sus efectos no son, en muchos aspectos, tan duraderos como podría parecer y, sobre todo, que cuando cae la maquinaria represiva no hay quien aguante estas “pseudoreligiones” bastante más imperfectas en muchos aspectos que las creencias tradicionales.

Sin embargo, hay un aspecto de los totalitarismos como creencia religiosa que sigue en pie en todas las sociedades desarrolladas: da lo mismo lo que nos enseñe la historia y lo mucho que haya fracasado en su aplicación práctica, los “creyentes” la seguirán defendiendo.

¿Alguien propone ejemplos?

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