13 septiembre, 2004

El número tres

En casi todas las cosmogonías y mitologías el número tres ha estado cargado de un profundo valor simbólico. Así, en el panteón griego tres de los hijos de Cronos, Zeus, Poseidón y Hades, se repartieron el mundo tras destronar a su padre y vencer a los titanes. Siglos antes los egipcios creaban también su propia triada mítica con Osiris, Isis y Horus. E incluso la religión católica repite en cierta manera el esquema con el dogma de la Santísima Trinidad: tres formas distintas (Padre, Hijo y Espíritu Santo) y un solo Dios verdadero.

Y no solo en estos puntos fundamentales de las religiones tiene el tres su importancia, sino que muchos otros aspectos o mitos también se relacionan con dicho número, así tres son los Reyes Magos, tres las cruces clavadas en el Gólgota, tres los seises que forman el número de la Bestia y, volviendo a la mitología griega, tres las Gracias y tres las Arpías.

Supongo que a estas alturas de artículo estarán ustedes preguntándose a donde quiero llegar, pues resulta que esta noche tenemos en Madrid una nueva prueba de la importancia del numerito de marras con la reunión de las tres lumbreras de la política europea, los presidentes de Francia, Alemania y la parte del territorio comprendido entre los Pirineos y el Estrecho de Gibraltar que ni es Cataluña ni Portugal, conocida en otros tiempos como España.

¿Gracias o Arpías? Eso, como casi todo, irá en gustos, personalmente me parecen lo peor del continente: la derecha nacionalista, chauvinista, antiamericana y travestida de progre que triunfa en Francia; la izquierda rojiverde y económicamente desastrosa que tiene los días contados en Alemania; y la nadería talantuosa y vacua que nos atormenta por estos lares. Serían arpías si tuviesen un poquito más de altura intelectual, pero desde luego no son gracias (ni de las gordas de Rubens siquiera) y maldita la gracia que tienen.

Pero bueno, ni su miseria moral ni su contumacia en el error evitarán que las distintas facciones de los PFFR nos vendan la moto de la Gran Europa y, encima, se hagan malintencionadas comparaciones con el famoso “Trío de las Azores”, que en realidad era un cuarteto: el cuarto as era Barroso.

¡Ya les gustaría a estos tres!

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