15 septiembre, 2004

El sincorbatismo ha llegado

Con todo el rollo de la nueva economía más tarde llamada burbuja de Internet, llegó al mundo de los negocios (sí, negocios, no busquen maldad e ironía donde no la hay) la nefanda moda del sincorbatismo. Como se suponía que eso de la Red era supermoderno y todos los que trabajábamos en empresas de la cosa superestupendossss, osea, no se ponía corbata ni el tato, así que cuando uno iba a reunirse con alguien de fuera de la oficina siempre daba una impresión que quería ser de moderno y que en realidad era de amateur total.

En realidad, el sincorbatismo no está tan mal, siempre que no se lleve al extremo, claro. La corbata es una prenda bastante incómoda y sin ninguna utilidad práctica (¡si al menos se pudiese usar de servilleta!), si bien me parece que da un plus de elegancia que no se puede alcanzar de otra forma en el día a día de un trabajador que no se relacione directamente con el público no veo imprescindible que se use.

Ahora, hay situaciones en las que es inexcusable, por mucho que nos empeñemos en lo contrario. En una reunión de negocios medianamente seria, por ejemplo, un señor sin corbata me parece tan poco apropiado como uno que se presentara en chanclas. A partir de cierto nivel y en determinadas ocasiones, la corbata es una muestra de respeto hacia tu interlocutor, una forma de decirle: “mira, te considero alguien lo suficientemente importante como para que yo me tenga que poner este jodido trozo de tela al cuello que casi no me deja respirar, pero si estoy incómodo me aguanto porque es lo mínimo que te mereces”. Y si es así para una reunión en la que pueda haber 5 ó 6 personas, mucho más cuando uno se está dirigiendo a un público más amplio o es la imagen visible de una institución o un departamento.

En definitiva, y yendo por fin al grano, lo mejor que se puede decir del nuevo look de los presentadores de los informativos de TVE es que es una patochada, pero lo más acertado es que es una falta de respeto a su audiencia, que ya que les paga sus sueldos vía impuestos se merecería, creo yo, que un telediario no parezca una conversación de barra de bar con un “descamisao” o, más exactamente, un “descorbatao”.

Claro, que igual se creen mientras nos fijamos en la ausente corbata es más fácil colarnos las bolas, pero está muy equivocado Sr. Milá: la corbata no se le ve, pero lo que es el plumero…

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