02 septiembre, 2004

La inutilidad de la ONU

Un grupo de terroristas entra en una escuela rusa, secuestra a varios centenares de niños y amenaza tanto con ir matándolos en grupo como con volar la escuela de tacada si no se satisfacen sus demandas; unas peticiones, por supuesto, que ningún gobierno está en condiciones de aceptar, a menos que quiera ver como una de cada cinco escuelas de su país pasan por algo parecido.

Ante esta situación, trágica, desesperada, con toda la pinta de acabar de muy mala manera y, encima, con decenas y decenas de niños implicados, el Consejo de Seguridad de la ONU expresa su “condena en los términos más enérgicos”, algo que creo que ha confortado de forma particular a las madres de los niños que permanecen en la escuela.

Este es sólo un ejemplo más y quizá no el mejor (aunque sí el último) de la larga lista de inutilidades de la ONU, una organización creada para regular las relaciones internacionales y evitar las guerras y que en sus casi 50 años de existencia no ha logrado ni una cosa ni la otra excepto en muy contadas ocasiones.

¿Por qué? Pues desde mi punto de vista porque hay varios errores, algunos de procedimiento otros mucho más graves de concepto que la impiden funcionar con un mínimo de lógica. Uno de estos problemas es, por ejemplo, la importancia del consejo de seguridad y la existencia de las cinco potencias con derecho a veto.

Sin embargo, la principal traba que tiene la ONU para ser verdaderamente útil es su déficit democrático. Una organización que admita a cualquiera como miembro y que tenga además indignidades como que Libia presida la Comisión de Derechos Humanos nunca tendrá ni la eficacia ni la suficiencia moral necesaria para ejercer su labor. Dicho de otro modo, no puede valer lo mismo (o más en el caso de China) el voto de un país totalitario en el que los derechos humanos no son sino un mal chiste que el de un país democrático que respeta las normas básicas que todos damos por buenas.

¿La solución? Pues pienso sinceramente que la ONU debe dejar de existir y ser sustituida por un “club”, por así decirlo, de países democráticos, que tenga la fuerza moral y militar para llevar los derechos humanos y la democracia a todos los rincones de la tierra y en el que no tengan cabida gobiernos como los de Sudán, Irán o Corea del Norte…

El que quiera estar dentro que se pliegue a las condiciones: democracia, estado no confesional, justicia independiente, respeto a los derechos humanos… y el que no que se prepare para soportar las consecuencias.

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