19 septiembre, 2004

Una de pintadas

Si no fuera porque al fin y al cabo lo que son es una guarrada en pared ajena, podríamos considerar la pintada como un fenómeno cultural muy propio de finales del S XX que, como tantas otras cosas, está prologándose en estos complejos y confusos primeros años del XXI.

Con todo, hay momentos en los que, a pesar de su evidente aspecto de cochinada uno no puede dejar de sonreír ante la inocencia, el descaro o la oportunidad de una pintada perdida en cualquier muro de la ciudad. Por ejemplo, en una valla que delimita la urbanización madrileña de La Moraleja, famosa entre otras cosas por ser residencia de más de la mitad de la plantilla del Real Madrid (un arrabal humilde, vamos), un conspicuo columnista del spray reivindicaba: “Fuera la policía nacional de los barrios obreros”.

En otras ocasiones el grito no se limita a justas y acertadas reivindicaciones políticas sino que levanta su voz desgarradora contra todo lo que nos rodea, así un buen amigo me relataba el otro día que en una pared de su futuro barrio alguien lo había dejado muy claro: “Me fastidia la realidad” (¿será un redactor de la SER?).

Además hay que tener en cuenta el valor de las pintadas como documento sociológico, reflejo de una época y de su grado de ilustración, de sus aficiones (visto en una pared de Albacete: “¡Chúpame la polla!”) y también de su mayor o menor dominio de las normas ortográficas, como en el caso de la histórica “Los poros son la hostia”, con su olvidada erre perdida, quizá, entre las propias nieblas del jash.

A veces es la aparición de determinados equívocos lo que da como resultado una aguerrida pintada que puede ser considerada un auténtico y casi perfecto resumen de nuestro tiempo, como la que encontré en un barrio de Madrid hace unos años, tan sencilla como directa: “Humanistas cabrones”. Indagando después por la vecindad me enteré de que al parecer era un tema relacionado con una especie de secta pero, ¿puede hacerse un resumen mejor del espíritu de la actual sociedad?

Y por último, no podemos olvidar en este pequeño resumen aquellas que son una advertencia, un aviso a navegantes inspirado por valores superiores y de una importancia capital, aunque el heraldo sea también un víctima del desbarajuste LOGSE de forma que el mensaje se pierde un poco y en lugar de amedrentarnos nos mueve a la risa: “La pedrastia va contra Dios”.

No hay comentarios: