17 noviembre, 2004

Chorizos ibéricos

Los comercios españoles pierden millones de euros cada año en virtud de un curioso concepto que denominan pérdida desconocida y que no es otra cosa que los pequeños robos que practican en sus estanterías o almacenes clientes y empleados y, en menor medida, de los perjuicios causados por problemas administrativos.

Así lo ha contado hoy Rosario Pedrosa, responsable de pérdida desconocida (eso es un cargo bonito que poner en la tarjeta de visita y lo demás son tonterías) de la Asociación Española de Codificación Comercial (AECOC) en la presentación de un estudio sobre el tema realizado por dicha venerable institución.

Además de la enormidad de las cifras (1.650 millones de euros de pérdidas en 2003) lo que más me ha gustado del estudio ha sido el curioso criterio de selección de los choricillos ibéricos que se trabajan el tema del estante, y es que sus objetos de deseo son, precisamente, jamón y chorizo ibéricos loncheados, patés selectos y jamón de pato, es decir, toda una selección de producto gourmet. Algo hemos avanzado desde que el Lute robaba gallinas, al menos desde el punto de vista gastronómico.

Por otra parte y un poco más en serio, me hace pensar esta noticia en la forma en la que se encara la delincuencia en nuestro país, algo sobre lo que también llaman la atención los miembros de la AECOC. En el actual código penal las sustracciones inferiores a 300 euros no son consideradas ni tan siquiera hurtos, mientras que la reincidencia no se contempla en ningún caso y son, precisamente, las bandas organizadas con miembros que reinciden una y otra vez las que causan los mayores daños a las empresas.

Sé que hay en el mundo almas candorosas y puras, pero creo que durante la inconsciente juventud casi todos hemos sustraído alguna cosita de un supermercado o de unos grandes almacenes, con el pulso acelerado y el apremio de esa época en la que descubrimos por primera vez que nuestras “necesidades” son infinitamente superiores a nuestras disponibilidades económicas. Vamos, que es normal que uno se levante un CD del Simago una o dos veces en la vida y no merece por ello acabar en Alcatraz, pero ¿cuando uno se lleva todos los días 10 CDs no debería tener algún tipo de castigo?

La sensación de impunidad que llevan aparejados hoy en día los pequeños robos y los delitos menores es una excelente rampa para que el joven delincuente, habitualmente sumergido en un entorno social en el que lo normal es delinquir, se deje llevar hasta “presas mayores” con las que en cuatro días se topará con la policía y dará con sus huesos en la cárcel.

Así, vemos como esta excesiva permisividad no sólo perjudica a las empresas que pierden dinero y a los ciudadanos que ven como esas pérdidas repercuten en sus precios, sino que incluso pueden llegar a servir para que el choricillo le vea las orejas al lobo demasiado tarde, cuando ya se ha arruinado la vida.

Ah, las políticas “progresistas”.

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