02 noviembre, 2004

Demasiado joven para matar

La desesperada madre del último terrorista suicida de la factoría Arafat llora hoy su pena y asegura que “es inmoral enviar alguien tan joven”. La frase ha sido pronunciada, como decimos, por una madre que acaba de perder de una forma desgraciada, prematura y cruel a su hijo, es decir, por un ser humano en perfecto estado de consternación, pero aun así revela la podredumbre moral en la que sus líderes religiosos y políticos han sumido a una parte, no me atrevería decir si mayoritaria, del pueblo palestino.

Y no están solos, la repetición del escabroso dato que nos podemos encontrar en los medios españoles (un ejemplo aquí) es en sí misma una curiosa pirueta moral en la que se da más importancia a la circunstancia particular del asesino que a la de las víctimas (de acuerdo, el asesino es también una víctima en este caso, pero al menos él había elegido serlo).

Definir la moralidad o inmoralidad de un acto como el asesinato de varias personas en virtud de la edad del ejecutante último es escalofriante, pero no debe sorprendernos: ya aquí se habló de lo terrible que el 11M “porque encima es en contra gente humilde de barrios obreros”, es decir, la muerte calificable según la procedencia económica de las víctimas o la edad del asesino: dos rombos si son pobres obreros, sólo uno si son asquerosos capitalistas y ninguno si un adulto se revienta para asesinar a unos cuantos ciudadanos de Israel que además de ser asquerosos capitalistas encima son judíos.

Por supuesto, nadie lo va a decir así de claramente pero aunque no sea literalmente explicitado el mensaje es tremendamente claro y, sobre todo, hace maravillosamente su trabajo.

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