25 enero, 2005

Otra vez a vueltas con el "sanandreas”

Estaba yo estas navidades haciendo tiempo en casa de uno de mis más queridos amigos y me puse un rato a jugar al “sanandreas”, del que había oído hablar pero al que no había jugado nunca. De hecho, nunca había probado la famosa Play Station 2, así que todo era una experiencia nueva para mí. Consecuentemente, mi “performance” fue más bien patética, por lo que casi no tuve tiempo de matar a nadie, ni de explotar a prostitutas ni de nada.

Sin embargo mi amigo llevaba una temporadita jugando y se sabía los trucos (pulsando en un orden concreto y un número determinado de veces las teclas del mando tienes armas o dinero o un coche o cosas así), por lo que viéndole a él pude hacerme una idea de cómo es el juego.

El famoso “sanandreas” consiste en ponerse en la piel de un quinqui e ir escalando posiciones dentro de la cutremafia americana (todo rollo gangstarap y macarrón) a base de cumplir eficazmente las misiones que se te encomiendan. Como el asunto se desarrolla en ese ambiente delincuencial las misiones y su desarrollo son consecuentes con ello: proteger furgones de farlopa, cobrar sobornos y cosas por el estilo como matar a un periodista que quiere destapar una trama de sobornos, todo ello siguiendo las órdenes de dos policías corruptos.

Como en todo buen juego de ordenador o “plei” que se precie cae hasta el apuntador, incluso un paquete como yo puede cargarse a un número desproporcionado de agentes de la ley, ciudadanos anónimos, prostitutas o lo que sea, pero en todo el desarrollo del "sanandreas" sólo se asesina a un periodista.

Si comparamos esto con los cientos de policías que uno puede acribillar de forma inmisericorde parece poca cosa, pero en lugar de protestar el sindicato de policías lo ha hecho el de periodistas, concretamente el Sindicato de Periodistas de Cataluña, que parece ser que ha solucionado todos los problemas que acosan a nuestra profesión (las pésimas condiciones laborales y del mercado, el patético nivel de las universidades y el consecuente valor nulo de las titulaciones, las múltiples amenazas a la libertad de prensa…) y ha encontrado tiempo de arreglar también este temita que nos tiene a todos “sobrecogidos” y de ejercer de censor, en una asunción de nuevos papeles menos paradójica, por desgracia, de lo que parece.

Los videojuegos reproducen situaciones bastante alejadas de la vida real de los jugadores y esa es su gracia (con la excepción de los Sims, supongo, pero ese es un caso muy especial). Además, le ofrecen a la gente emociones más o menos fuertes: ser emperador de Roma, corredor de fórmula uno, entrenador de fútbol, quinqui, soldado o guerrerofuturoespacialsalvadordelmundo. Pero cuando uno acaba de jugar no se siente emperador, quinqui, Fernando Alonso o Son Goku, porque simplemente estaba jugando.

Y es que los videojuegos no transmiten valores, se limitan a entretener y sus creadores han asumido que una parte importante de la gracia de jugar es adoptar un papel que no te corresponde: convertirte en otra cosa. Eso lo entiende cualquier niño (yo sin ir más lejos jugaba a médicos en mi infancia y he terminado de periodista) pero parece ser que los periodistas no son capaces de comprenderlo. No puedo decir que me sorprenda demasiado ya que no tengo una gran opinión de la altura intelectual de la profesión, pero quizá deberían pensar sobre qué papel están jugando ellos en este juego (el de inquisidores) y si es el que les/nos corresponde.

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