31 enero, 2005

Un gran premio recordando a un gran hombre

La Fundación Sabino Arana hizo entrega ayer de los premios anuales que llevan el nombre de ese gran político, excelente escritor y mejor persona cuya memoria se afanan en decora… digoooo recordar esta organización y el partido que tan magna personalidad creo para dar cauce a las justas reivindicaciones del bizcaitarras.

Este año los premiados con tan distinguido galardón han sido el que fuera lehendakari, Carlos Garaicoetxea (sí, el nunca tomaba gaseosa Crus de Gorbea); la etnógrafa Karmele Goñi (debe ser porque el tema de las etnias le es muy grato a dicha fundación); y a un grupo de destacados cocineros vascos en representación de todos los cocinillas de Euskalherría y, supongo, que por su contribución a la causa.

Por supuesto, ninguno de los premiados ha rechazado tan magna distinción que lleva por nombre el de tan gran hombre, padre de la patria vasca y cabeza pensante de gran mérito y preclara escritura, que brilla en frases llenas de sentido común, modernidad y espíritu democrático como:

“El bizkaino degenera en carácter si roza con el extraño; el español necesita de cuando en cuando una invasión extranjera que le civilice.”

Un hombre moderado, centrista incluso, muy por encima de caducos conceptos como democracia, derechos humanos e igualdad entre los hombres, destacando por su moderno enfoque de temas siempre complejos como la separación de los hombres según su raza o lugar de procedencia:

“Tanto están obligados los bizkainos a hablar su lengua nacional, como a no enseñársela a los maketos o españoles. No el hablar éste o el otro idioma, sino la diferencia del lenguaje es el gran medio de preservarnos del contacto con los españoles y evitar así el cruzamiento de las dos razas.”

En definitiva, un racista fanático y patético, cuyas doctrinas pueden justificar (y de hecho justifican) los peores atropellos contra valores como los derechos humanos que yo pensaba que ya estaban más o menos consensuados y que quedaba feo mearse en ellos. Sin embargo ahí le tenemos, con calles y estatuas en Bilbao (y supongo que la mayoría de las ciudades del País Vasco) y con premios cuyos beneficiarios reciben orgullosos sin que se les caiga la txapela al suelo de vergüenza

Hay un parte de la sociedad vasca a la que admiro, es esa en la que hay personas como María San Gil, Fernando Savater o Rosa Diez que luchan por su libertad, que es la mía. Otra, en cambio, vive en el caserío mítico, intoxicada por una ideología que habla de razas, leyes viejas, religiones de estado y derechos ancestrales y en la que se reúnen lo peor del antiguo régimen y lo más granado de los totalitarismos del S XX. Sobre esta parte que tan bien representan el PNV, la Fundación Sabino Arana y sus asquerosos premios sólo puedo decir una cosa: algo huele a podrido en Euskalherría.

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