04 enero, 2005

Una catástrofe nacional

Hermann Tertsch recurre hoy al cada día más manido recurso estilístico (y el que esté libre de pecado que arroje la primera fatwa) de comparar el maremoto de Asia con el terremoto político de Ibarretxe y sus posibles consecuencias, si bien en ambos casos ofrece una visión más lúcida de lo habitual.

Respecto a la catástrofe natural denuncia, entre otras cosas, la habitual paranoia antiamericana que estas cosas suelen azuzar:

Al margen de las tan manidas religiosas y milenaristas, ya han surgido "explicaciones" que culpan -cómo no- a EE UU de hacer experimentos secretos en la atmósfera y bajo la superficie terrestre, de negar información a los afectados y de sabotear las ayudas de la ONU. Yanquis, ricos y militares, una vez más, aliados para sembrar muerte y miseria entre los desheredados. Mentiras ante el pozo negro.

Pero es la segunda parte, la que se refiere a la catástrofe no natural, la más jugosa, acertada y contundente. Valga como ejemplo el siguiente párrafo:

Nuestra catástrofe nacional, gestada sobre los cadáveres de casi mil españoles por una alianza entre el terrorismo y el nacionalismo de cuello blanco -ante la pasividad e indiferencia de tantos-, entró en fase de consumación en Vitoria el 30 de diciembre. Como en la Alemania de los años treinta, políticos formados en la democracia han decidido traicionarla para unir fuerzas y compartir fines con asesinos. En condiciones semejantes no ha lugar reforma alguna de la Constitución. Antes, los dos grandes partidos habrán de defenderla de la agresión.

Un artículo más que recomendable que además pueden leer aquí sin pasar por la taquilla polanquil (lo que supone, sin duda, una satisfacción extra, ¿no?).

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