18 febrero, 2005

Alegoría de una sociedad

Habitualmente se considera que un parlamento democrático es una imagen más o menos fiel de la sociedad que lo vota, pero todos sabemos que la representación indirecta tiene más de espejo deformante que de lupa, así que en muy raras ocasiones mirando a un órgano de este tipo se puede un hacer una idea de cómo es el territorio en él representado.

Pues mira tú por donde, el Parlamento Vasco fue ayer una alegoría perfecta, clara y evidente de la propia sociedad vasca, de sus muchas miserias y, como no, también de sus correspondientes grandezas, que quizá sean menos, pero que ahí están resistiéndose a ser atropelladas, sin resignarse a desaparecer.

Y es que ayer vimos en el parlamento de Vitoria, como en el ambiente preparado y artificial de un experimento, lo que está ocurriendo día tras día en la sociedad vasca. Por un lado un grupo de impresentables que se creen con el derecho de maltratar a las instituciones y de utilizarlas para su mentirosa farsa victimista; por el otro unas autoridades que permiten complacientes que se vulnere la legalidad y se haga mofa y befa de las leyes que deberían defender; y para terminar de cerrar el triángulo no precisamente amoroso, una tercera parte de esa sociedad que se levanta y se defiende, y lucha por esas instituciones aún a despecho de ellas mismas, y con ello se juega la cara a veces y la vida en ocasiones.

Estas tres actitudes se vieron ayer en el Parlamento Vasco: la de los que sólo creen en la democracia cuando se aprovechan de ella intimidando y agrediendo; la de los que miran hacia otro lado con sonrisa complacida; y la de aquellos que, como mi tocayo Carmelo Barrio, hacen que queden todavía hombres justos, pocos sí, pero tan buenos que sigue valiendo la pena luchar por ellos.

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