19 febrero, 2005

Hundiendo TVE

El batacazo de audiencia que se está pegando Televisión Española esta temporada es digno de convertirse en uno de aquellos “vídeos de primera” en los que un tío que hacía el imbécil con una bicicleta se golpeaba los testículos con la barra para luego partirse la cara contra el bordillo en la caída.

Así, el miércoles pasado se batieron todos los récords negativos de la ya larga historia del ente público, cada vez más ente fantasmagórico. Siempre he pensado que en un país democrático no debería existir una televisión pública, del mismo modo que es inconcebible que exista un periódico de titularidad pública, pero si no nos quedase más remedio de soportar tan pesada carga una de las razones que la justificarían es plantear una televisión de calidad, con un presupuesto bajo, sin estrellas mediáticas y con una programación a base de documentales y clásicos del cine que es imposible ver en otro tipo de cadenas.

Obviamente, este modelo televisivo obtendría muy poquita audiencia, porque no hay que llamarse a engaño: los españoles tenemos un paladar bastante lamentable a la hora de sentarnos frente a la pantalla catódica y un deleite especial por la bazofia, Javier Sardá y su largo reinado en los rankings nocturnos son la mejor prueba de ello.

Desde luego, no está siendo ese el actual modelo de TVE que sigue haciendo lo mismo de siempre pero, por lo visto, un poquito peor. Eso sí, resulta como nunca abrevadero de figuras de capa caída y oficina de pago de favores políticos con escaso decoro, pero es lo que tienen los cortijos: el dueño hace lo que le da la gana. Sin embargo, cuando el señorito es tonto, golfo o demasiado tarambana hasta el mejor de los cortijos se va al garete. Algo así parece que está sucediendo con la televisión de Carmen Caffarell, que ha logrado la circulatura del cuadrado, por así decirlo: seguir gastándose una gansa para dar mierda en arrobas y, encima, sin que lo vea ni el tato.

La gestión es tan lamentable que uno tiende a pensar que hay una “agenda oculta” detrás de ella, opción no desdeñable dado el exquisito trato que los gobiernos socialistas de aquí y de allá suelen dar a esas cositas sin importancia que llamamos libertad de expresión y pluralidad informativa. No obstante, recordando aún el socialismo maquiavélico de los tiempos de Felipe quizá en este y en otros temas sobrevaloremos al actual ejecutivo y es posible que tras la aparente incompetencia brutal de algunos altos responsables sólo haya auténtica y genuina… estupidez.

Como decía aquel: lo investigaremossssssss.

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