27 febrero, 2005

Cuando Bebe es el doble que Paco de Lucía

Esta semana se han hecho públicas las candidaturas a los Premios de la Música, una especie de chirigotada que se han inventado los que manejan el cotarrillo del negocio musical en España para darse bombo un par de días al año y que celebran en esta ocasión su novena edición.

La gran noticia este año ha sido que la cantante (?) Bebe ha acaparado nada más y nada menos que nueve candidaturas, el doble que el segundo artista más nominado, que es nada más y nada menos que Paco de Lucía con cuatro. La noticia podría sorprendernos si no despreciáramos profundamente al mundo de la música española, pero conscientes de su profundo amateurismo (en el mal sentido del término), de su chapucería y de su sinvergonzonería no podemos decir que esto sea un shock.

No obstante, creo que esto hace que merezca la pena analizar el fenómeno Bebe, ya que me parece un ejemplo bastante bueno de qué patrones sigue hoy en día una industria que, a pesar de estar de capa caída, sigue moviendo muchos millones. Empecemos por lo que debería ser más importante, la música: el disco de esta chiquilla es uno de los peores que he escuchado en los últimos años (sí, lo he escuchado, no me quedó otro remedio), las canciones son malas, la producción es pobre y la niña ni canta como los ángeles ni sus versos son gongorinos. En suma, una mediocridad lamentable en todos los aspectos.

¿Cómo ha podido entonces tener tanto éxito? Pues porque se trata de una de las operaciones publicitarias más inteligentes de los últimos años. La virtud del capitalismo y del buen marketing es dar a cada grupo de consumidores lo que quieren y Bebe, con ese aire tan espontáneo de chiquilla de barrio muy concienciada y muy guay, no es otra cosa que el producto que pide un segmento importante de los consumidores.

Para que nos entendamos: se coge una chica más o menos mona, se la disfraza de quinqui/progre/alternativa/nomeimportamiaspectodepurititoguayquesoy (que no crean, pero es un look muy estudiado), se le dice que cante una canción con una letra presuntamente comprometida alrededor de un tema de actualidad candente y se la lanza por los circuitos más comerciales pero con el marchamo de “cosa alternativa” y, voilá, todos los adolescentes porreros para los que Bisbal es una maricona comercial ya tienen su espacio en los 40 y corren desesperados a las tiendas de discos.

Poco importa que la música sea, como digo, una bazofia; o que las letras “comprometidas” sean para mear y no echar gota (malo, malo, malo eres / no se pega a las mujere) o que lo presuntamente “alternativo” esté sonando a todas horas en las radios menos alternativas que encontrarse pueda y ocupe las portadas de los medios que el mes anterior sacaban a Bisbal y Chenoa: Bebe es guay porque se viste de tal y tiene conciencia, porque sí y porque tiene las tetas feas pero las enseña (portada de revista de los40).

Pues esta vaciedad es lo que la industria de la música española considera lo mejor que nos ofreció el año pasado, tan bueno como para valer el doble que Paco de Lucía. Luego se sorprenderán de que nos colguemos del eMule y de que la gente no salga del top manta, ¿pero qué creen que pueden esperar? Malos, malos, malos, malos son, malos de cojones.

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