28 febrero, 2005

Una película que no deben perderse: El hundimiento

En nuestro mundo de andar por casa el mal absoluto existe, pero no se trata de un siniestro ojo que todo lo ve, de un anillo con oscuros poderes mágicos o de deformes seres monstruosos cuya fealdad les empujaría por sí misma al camino del mal. La maldad absoluta, el horror, puede ser un señor mayor y enfermo, amable en ocasiones aunque colérico en otras, capaz de felicitar a su cocinera por la excelencia de un guiso con el mismo tono de voz con el que afirma su orgullo por haber librado a Alemania del “veneno judío” o que interpela a un general “para eso están los jóvenes” cuando éste le dice que ya han muerto 20.000 oficiales en la inútil defensa de Berlín. También puede ser una madre que asesina fríamente a sus seis hijos uno detrás de otro porque “no se merecen vivir en un mundo sin nacionalsocialismo”.

Esta es, a mi modo de ver, la principal virtud de la película alemana “El hundimiento”: nos muestra como la maldad total puede anidar en unos seres humanos aparentemente normales, incluso mediocres, y que nos muestra también como la ambición, la inconsciencia, el autoengaño y la cobardía pueden llevar a una sociedad a su completa destrucción, primero moral y más tarde incluso física.

Y además de eso estamos ante una película de impecable factura, brillantemente dirigida por Olivier Hirschbiegel y fantásticamente interpretada por un grupo de excelentes actores alemanes a la cabeza de los cuales se encuentra, curiosamente, el suizo Bruno Ganz, que compone un Hitler absolutamente espectacular, tan real que el único problema que podemos tener para creérnoslo es enfrentarlo a nuestra propia imagen mental del dictador todopoderoso, del monstruo absoluto. Sin embargo, tras la mítica monstruosidad sólo se encuentra el pequeño hombre que nos muestra lúcidamente Ganz.

El hundimiento” nos narra los últimos 15 días del III Reich, prácticamente en su totalidad desde el interior del propio bunker de Hitler en el que el líder nazi decide inmolarse y llevarse por delante a la población civil de Berlín y a los poco viables restos de su régimen. Para contar esta terrible historia se han usado dos fuentes principales: por una lado el libro con el mismo título del periodista e historiador Joachim Fest y por otro las memorias de Traudl Junge, secretaria personal de Hitler que es, además, uno de los personajes protagonistas de la película y cuya visión aporta sin duda un acercamiento muy humano a los hechos.

A las excelentes interpretaciones y la encomiable labor del director hay que unir un cuidado por los detalles propio de una superproducción hollywoodiense: desde la reproducción milimétrica del propio bunker a todo lo relativo a la ambientación, pasando por los fastuosos exteriores antes y después de la destrucción.

En resumen, una película muy recomendable, tanto por sus virtudes intrínsecamente cinematográficas (que se podría resumir en que sus dos horas y media pasan en un suspiro) como por lo que nos muestra de un episodio terrible de la historia de Europa que todos deberíamos conocer.

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