20 marzo, 2005

El final de ETA debe ser su derrota

Veo en los comentarios al artículo que escribí ayer respecto a las negociaciones entre Batasuna y el PSOE que hay cierta polémica respecto al final de la banda armada y a sí parte de los que opinan habitualmente en este blog y más concretamente su autor (es decir, un servidor) deseamos o no que se acabe la lamentable trayectoria asesina de esa banda de mafiosos comúnmente conocida como ETA.

No voy a hacerme el ofendido porque ya somos mayorcitos para andar con ese tipo de juegos, pero no quiero dejar de señalar la ignominia que se esconde tras la frecuente acusación (muy habitual en boca de dirigentes “penuvistas”) de que el PP está interesado en que ETA no desaparezca porque le hace ganar votos. Decir esto del partido que ha perdido a tantos militantes y dirigentes, cuyos líderes tienen que ir al cuarto de baño con escoltas y cuyos simples simpatizantes en el País Vasco viven con la constante amenaza de los etarras a sus vidas, sus familias y sus negocios es cuanto menos una infamia. Incluso el simple hecho de que tal afirmación pueda ser tomada en serio me parece bastante vergonzoso y creo que es una buena muestra de la enfermedad moral de buena parte de la sociedad española y de una gran parte de la vasca, pero eso ya es tema para otro artículo.

Pero a lo que íbamos, se nos acusa en muchas ocasiones de no querer acabar con la violencia, de querer prolongar “el conflicto” y he de decir que, desde cierto punto de vista que es necesario explicar, es cierto. Y es que a lo que no estamos dispuestos es a la paz a cualquier precio, a rendirnos, a ceder. Esto es así por varias razones: la primera porque sería una paz falsa, ante su victoria los mismos u otros chantajistas políticos se inventarían otro “conflicto histórico” y estaríamos en las mismas, bien fuese por Navarra, por la provincia de Burgos o por la parte sur de los Països Catalans, como ellos llaman a Valencia.

La segunda porque sería una afrenta a los que, como Fernando Buesa o Gregorio Ordóñez, han muerto por la libertad, por la del País Vasco y la de todos nosotros, porque una de las condiciones para que una sociedad sea libre es que los muchos no se dobleguen al chantaje asesino de unos pocos.

En definitiva, la paz debe pasar por la derrota de ETA, una derrota total tanto en lo político como en lo policial. Una vez que la sociedad democrática haya demostrado que no se la puede doblegar a base de muertos y bombas será el momento, si todos lo decidimos así, de ser más o menos generosos con los que se arrepientan de sus errores, y quizás entonces y no antes sea el momento también de discutir las propuestas políticas que se parecen tanto a lo que los terroristas reclaman que su propio jefe no tiene reparo en apoyarlas por carta.

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