Desde el mismo momento en el que Simancas y Zapatero reaccionaron de una forma tan mentirosa como lamentable al famoso “tamayazo” (“tenemos las pruebas y las vamos a enseñar”) la altura política de Esperanza Aguirre comenzó a crecer y, a través de los turbios tiempos que estamos pasado, no ha dejado de hacerlo, así que hoy por hoy es una de las referencias más importantes del Partido Popular y, además, de las más estimulantes política e intelectualmente.
“Espe”, como se la conoció en un famoso programa televisivo en el que se la trataba con cierta malévola guasa a la que ella se enfrentaba con no poca elegancia, se ha convertido en la Presidenta de la principal “joya de la corona” del PP: la Comunidad de Madrid, y desde su despacho en la Puerta del Sol está ejerciendo un liderazgo incuestionable frente a la continua agresión que para muchos ciudadanos representan las políticas de este gobierno y las palabras de sus correveidiles en los medios.
Del mismo modo, Aguirre está haciendo algo que a mi juicio todavía es más importante y que es, por así decirlo, rescatar el orgullo de una derecha liberal que en algunos momentos parece que, como dijo en su momento Aznar, parece que debamos pedir perdón por existir y que cada día nos sentimos más arrinconados por el pensamiento progresista (perdonen ustedes el oxímoron) único que nos invade.
Así, como ya hemos comentado aquí en alguna ocasión, nos estamos acostumbrando a convivir con el insulto y el desprecio y a base de llamarnos “fachas” se está intentando sacar a buena parte de la sociedad de la arena de lo políticamente correcto. A mí me parece que el movimiento es bastante menos improvisado de lo que algunos podrían pensar, aunque muchos de los que participan de él ni se enteren: lo hacen por la sencilla razón de que es “guay”.
Pero como esas cosas las carga el diablo y está claro que dividir a la sociedad entre “buenos” y “malos” es actitud propia de personas ni muy morales ni demasiado inteligentes como el señor Peces Barba, es hora de que nos neguemos a jugar ese juego en el que se nos guarda el mismo papel que a la pelota en el baseball: el de pim pam pum. Aguirre así lo ha entendido y nos demuestra que no tenemos que dejarnos amilanar por los santones de lo políticamente correcto, que normalmente tienen demasiados cadáveres en el armario como para poder impartir lecciones de doctrina moral o de cualquier tipo.
El último episodio en este sentido es la lúcida y ácida carta que ha mandado hoy a ese periódico que no depende de la mañana en respuesta a un artículo de cierto personaje conocido popularmente como “la momia”, un apelativo que no puede cuadrarle más no ya por su provecta edad sino por lo moderno de su pensamiento (¿pensamiento?), y que firma sus fatuas como Eduardo Haro Tecglen. Y es que esta joven promesa del periodismo comprometido (comprometido con el totalitarismo y todo aquello que suponga menos libertad) se permitió ayer calificar a la Presidenta de Madrid como “cristianofascista” un nuevo insulto que por supuesto contiene el tan querido anatema y al que la aludida ha respondido con frases tan justas y aceradas como la siguiente:“(...) la trayectoria de este señor, que es de todos conocida, le ha permitido, dada su longevidad, escribir sin solución de continuidad a favor de los totalitarismos más nefastos de la historia del siglo XX: en su juventud fue falangista y estuvo a favor del fascismo y del franquismo, y en su larga madurez, fue defensor del estalinismo y del comunismo.”
Y es que como suele ser habitual los que más hablan son los que más tienen que callar. Les recomiendo la lectura completa de la carta y la de las dos joyas periodísticas con las que Libertad Digital completa la información.
24 marzo, 2005
Esperanza Aguirre o el orgullo de la derecha liberal
Posted by Unknown at 1:03 p. m. Menéame
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