Joaquín Luqui y la radio “musical”

Se ha muerto Joaquín Luqui y parece que la música de todo el orbe debiese estar de luto. Llevaba un montón de tiempo en la radio, tantos que parece que sus 57 años no fuesen suficientes para explicarlos. Además, supongo que el tiempo pasaba por él, pero no lo parecía: le recuerdo con exactamente el mismo aspecto desde mis primeros (y últimos) flirteos con la radio fórmula, allá por los inicios de la adolescencia.

Como suele pasar el día que uno se muere, se habla de él como de un personaje de gran enjundia y suma importancia para el mundo de la música. Pues señores, esta vez y en esta bitácora no: Joaquín Luqui puede haber sido un ser humano intachable y un tipo estupendo para la radio fórmula, seguramente ha hecho ganar mucho dinero a sus patronos (Polanco, por ejemplo) y probablemente más todavía a las compañías discográficas y todo eso está muy bien, pero para el mundo de la música ha sido una lacra.

He oído al señor Luqui hablar de los Beatles con un entusiasmo sin par, pero con el mismo o parecido énfasis alababa a Milli Vanilli (sí, aquel grupo con dos muchachos de color que se limitaban a dar saltitos en el escenario mientras unos negros, en el sentido literario del término, tocaban y cantaban de verdad en la parte de atrás; por cierto, ganaron un Grammy) y a cualquier grupo de mierda patrocinado con una discográfica.

En alguna ocasión hemos hablado aquí del mundo de la música y de cómo su propia voracidad comercial y su falta de respeto por sí mismos les están llevando (junto con problemas tecnológicos que no vienen al caso) a un callejón sin salida. Luqui, y todos los que hacen su sucio trabajo en las radios pagados bajo cuerda por las discográficas (esto me lo dijo el responsable de una, no me lo invento), tienen buena parte de la culpa de que esto sea así y de que a la gente solo le lleguen productos de pandereta y castañuela y encima enlatados.

Descanse en paz el Sr. Luqui y reconozcamos su habilidad como comunicador pero, por favor, no hablemos de música.