17 marzo, 2005

La estatua y la gárgola

Por fin se ha cumplido el sueño de las masas, en toda Españ… perdón, en todo el Estado Español no se hablaba de otra cosa y yo mismo he sido uno de los centenares de millones de ciudadanos (o más) que se han echado a la calle día tras día y semana tras semana en defensa de la más justa de las demandas, de la más imperiosa de las necesidades de una sociedad que ya no podía aguantar más bajo el yugo insoportable de una estatua que casi nadie sabía que existía.

Ya libres del peso de las toneladas de bronce antidemocrático que nos ahogaban vivimos por fin en la más enternecedora de las normalidades democráticas y, aliados por las civilizaciones que surjan por doquiera afrontamos un futuro en el que sólo estaremos “los buenos”.

Mi gozo no tiene límites hoy, pues si esto no fuera suficiente tan heroico acto (hay que ser muy valiente para retirar la estatua de un señor que lleva casi treinta años muerto) se desarrolló casi al mismo tiempo que el merecido homenaje a un campeón de la democracia, un convencido defensor de los derechos humanos, amigo y seguro servidor de los personajes más entrañables de la política del S XX como Ceaucescu o el mismísimo “padrecito” Stalin.

En definitiva, la actualidad política girando alrededor de Carrillo y Franco, como si estuviéramos en el 37. Igual eso no es hacer guerracivilismo, pero digo yo que se le parece tela.

PD.: Sobre el amigo Peces ya hablaremos, se merece su propio comentario.

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