09 marzo, 2005

Reflexiones alrededor de una condena

El tristemente famoso “asesino de la baraja”, Alfredo Galán, ha sido condenado hoy a 142 años de prisión por diversos delitos entre los que destacan, obviamente, seis asesinatos y otros tres intentos de asesinato. Por supuesto, de esta disparatada cifra fruto de la acumulación de penas “sólo” cumplirá 25 años.

Creo que esta noticia nos puede servir para reflexionar sobre determinadas paradojas de la administración de justicia que se dan en nuestro país, contrasentidos aparentes (al menos para el ciudadano medio) que llevan a muchos legos a desconfiar del sistema judicial y a percibirlo como una maquinaria ilógica e incomprensible. Es obvio que por mi formación y mi carácter de “gacetillero" de tres al cuarto no voy a cometer la osadía de proponer soluciones, así que me limitaré a señalar esos problemas que esta sentencia refleja.

La primera de esas contradicciones es la que se da entre la magnitud de la condena y el tiempo que el condenado pasa “a la sombra”, si se me permite la expresión. De 142 a 25 van 117 años, que es una cifra que cuanto menos marea. No voy a jugar la demagogia fácil de decir que 25 años son una mierda: se trata de más de 9.000 días privado de libertad y viendo el muro de una cárcel como único panorama, un trago que ni tan siquiera puedo imaginar.

Por otra parte y aun a pesar de que como digo cinco lustros de trena no son cosa que se pueda tomar a broma, si que es cierto, o al menos así se percibe por muchísimos ciudadanos, que la reiteración en el crimen no se castiga, que lo mismo da matar a ocho que a ochenta. Teniendo en cuenta que una de las funciones de todo el sistema judicial y represivo es disuadir al posible delincuente antes de que se convierta en tal o de que cometa un nuevo delito no parece que esta sea una política muy inteligente.

Otra de las cosas que seguro que levantan polémica alrededor de esta sentencia es que, tras 25 largos años en la cárcel Alfredo Galán saldrá a la calle con unos 52 años. Si recordamos que los psiquiatras lo definieron como “un depredador humano que sale a la caza del hombre para humillarlo y matarlo” y señalaron que “existe la posibilidad de que reincida en sus actos”, parece cuanto menos preocupante que tal sujeto se pasee libremente por la calle, desde luego yo preferiría que no fuese mi vecino.

Aunque sí pienso que es necesario el castigo no creo en la justicia como venganza y por eso (y por otros muchas motivos) estoy en contra de la pena de muerte, pero también estoy convencido de que hay seres humanos que no son capaces, por las razones que sean, de vivir en sociedad sin poner en grave riesgo a sus congéneres. ¿Cómo puede la sociedad defenderse de ellos?

Creo que, al menos en España, todavía no hemos encontrado la respuesta a esta pregunta.

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