08 marzo, 2005

“Un tal Blázquez” presidente de la Conferencia Episcopal

Aun recuerdo, y eso que ya hace una pila de años de aquello, la airadísima reacción del PNV cuando Ricardo Blázquez fue nombrado Obispo de Bilbao. El por entonces santón del nacionalismo euskaldún, Javier Arzallus, se refirió despectivamente a él con las palabras literales “un tal Blázquez”, que hacían referencia al pecado nefando cometido por el prelado al nacer más allá de las sagradas fronteras de Euskalherría.

Sorprendido por la furibunda reacción del presuntamente católico nacionalismo Monseñor Blázquez se apresuró a asegurar que pese a que llegar de fuera trataría de adaptarse a la particularidades de la sociedad vasca lo antes posible e incluso se esforzaría en aprender euskera. El gesto de buena voluntas del religioso fue correspondido con la educación y altura de miras habitual en el nacionalismo, en este caso por boca de Anasagasti que sentenció que “loro viejo no aprende a hablar”.

Aquello provocó, por cierto, uno de los artículos (requiere suscripción) más geniales publicados nunca en la prensa española: una hilarante denuncia de Umbral sobre la “plasta fecal” que en su opinión era (y supongo que es) el peinado de Anasagasti, ejemplo máximo de lo que podríamos denominar “cortinilla capilar”, que es una forma bastante patética de avergonzarse de la propia calvicie y que asumiendo un rol de estilista bastante lejos de mis capacidades les recomiendo ni tan siquiera intentar.

Bueno, a lo que íbamos, que mientras que por aquel entonces las más calvas, digo altas, magistraturas del PNV bramaban en contra del nombramiento de un “español” como obispo de Bilbao, hoy se congratulan de que el Obispo de Bilbao asuma la presidencia de la Conferencia Episcopal. Así, Miren Azcarate, portavoz del Gobierno vasco, ha confiado en que la elección del obispo de Bilbao como presidente de la Conferencia Episcopal, “acerque a la Iglesia los problemas que tenemos en el País Vasco y a los intentos que se hacen para salir del túnel en el que estamos”.

No conozco ni la personalidad ni el trabajo de Monseñor Blázquez, en este momento no sé si será mejor para la Iglesia Católica y para el País Vasco que ocupe el cargo de Rouco (quizá hablemos de ello más adelante, todo aquello de lo que se alegra el PNV hace que mi sentido arácnido del peligro se ponga como un martillo neumático), pero sí me llama la atención la soberbia del nacionalismo, que se cree capaz de criticar a alguien sin conocerlo y por el mero hecho (o quizá no tan “mero” para ellos) de no tener un apellido lo suficientemente “euskérico”.

¿Erraron entonces o se equivocan ahora? En cualquier caso y como diría Gila, alguien le debe una disculpa a alguien…

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