Trato de repasar de vez en cuando la prensa española (y algunos blogs, lo que pasa es que tengo poco tiempo y esto de conectarse a salto de mata es un rollo, compañeros) y entre otras leo hoy la noticia de que Triki, el famoso monstruo de las galletas de Barrio Sésamo, deja su dieta habitual y va a empezar a comer ensaladas y comida sana.
La noticia puede parecer una chorrada y en cierto modo lo es, a mí me lo habría parecido sin más hace 15 días, pero también es bastante interesante porque refleja de una forma más o menos trivial la preocupación de la sociedad americana por sus problemas de peso, y es que el sobrepeso es una preocupación en los EE.UU. de cuya importancia resulta difícil darse cuenta si no se visita el país.
Incluso en Nueva York, un mundo en sí mismo y la ciudad menos americana de América según los propios neoyorquinos (a los que les encanta cultivar su “hecho diferencial” y lo hacen con el mismo aire de superioridad de otros que ustedes conocen bien, al final no falla el axioma de que uno no sólo se cree diferente sino habitualmente mejor), la cantidad de gente obesa que se ve por la calle llama poderosamente la atención al visitante foráneo. Sobre todo porque el significado de la palabra obeso es aquí ligeramente diferente que en España: en la línea de hacerlo todo más grande no se paran en los edificios o los coches, sino que los gordos americanos son asimismo inmensos, paquidérmicos, descomunales.
No menos sorprendente resulta que muchos de los obesos fenomenales que veo por la calle son bastante jóvenes, y eso que su tonelaje seguro que les hace parecer mayores, así que uno se cruza habitualmente en la acera con chicas o chicos recién salidos de la adolescencia y con perímetros que seguro que les llevan muy por encima de los 120 ó 130 kilos.
Otra observación curiosa es que, al menos por lo que yo he visto, a pesar de que Nueva York es verdaderamente una ciudad multirracial la obesidad se concentra en los blancos y los negros, es mucho más difícil ver hispanos que lleguen a esos extremos (alguno rellenito sí que se ve, pero eso aquí es “pecata minuta”) y es virtualmente imposible encontrar a alguien de origen asiático con un sobrepeso importante.
Supongo que se trata de una cuestión de costumbres alimentarias pero creo que también debe de haber algún elemento cultural más profundo en ello. Por otra parte, tomar comida sana en Nueva York es complicado y bastante caro, por lo que uno realmente debe prestar mucha atención a su alimentación y evitar multitud de tentaciones.
Desconozco si el problema de la obesidad alcanza de una forma muy fuerte a los niños, tiendo a pensar que sí aunque en los círculos en los que me muevo no puedo constatarlo. Si he constatado, en cambio, una nueva diferencia étnico/cultural: en la zona de Williamsburg habitada mayoritariamente por judíos ortodoxos por la que pasee ayer no se veían ni hombres ni mujeres ni niños obesos (igual que con los hispanos algún hombre gordote sí que se podía ver, pero a otro nivel). Sin embargo, unas calles más allá en una zona de mayoría negra sí que volvía a cruzarme con gente obesa. Supongo que la bomba de calorías en forma de “Strawberry Cheesecake” que me tomé en un agradable bar para familias tendrá algo que ver con ello.
Triki, pásate a la comida Kosher.
12 abril, 2005
¿El monstruo de las ensaladas?
Posted by Unknown at 2:32 a. m. Menéame
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