16 abril, 2005

Una pequeña nota sobre la “Tolerancia cero”

Todavía hoy, la figura de Giuliani resulta bastante controvertida (al menos entre los profesores de mi academia) aunque no hay nadie que pueda dejar de elogiar los resultados de algunos aspectos de su paso por la alcaldía cuya más destacable actuación fue, sin duda, su política de “tolerancia cero” frente al delito.

Como digo, generalmente se reconoce la eficacia de dicha política (sería imposible no hacerlo: Nueva York es hoy una ciudad francamente segura), pero al mismo tiempo se muestra cierta disconformidad con los métodos que se usaron y se usan para lograr este objetivo que parecía un imposible a principios de los 90.

Hablando de este tema, uno de los profesores (un hombre de color que vive en Nueva Jersey y trabaja en NYC) nos contó un interesante capítulo de esta lucha contra el crimen, ejemplo perfecto de la política de “Tolerancia cero”: cuando el ayuntamiento promulgó una orden en virtud de la cual se arrestaría a los que entraran en el metro sin billete se levantó rápidamente el coro habitual de defensores del delincuente con la excusa de los derechos civiles. Buena parte de la ciudad consideró la medida tan desproporcionada como desafortunada, pero una vez puesta en marcha, oh sorpresa, resulta que la inmensa mayoría de los arrestados eran delincuentes buscados por otros asuntos mucho más graves.

Y no sólo eso: con esta y otras medidas igualmente polémicas como la instalación de cámaras de vídeo la delincuencia en el metro bajó hasta niveles irrisorios, de forma que puedo llevar mi equipo fotográfico a cuestas y sentirme realmente tranquilo, en cualquier estación y a cualquier hora. Para calibrar el significado de esto hay que tener en cuenta que el metro de Nueva York tiene unos 375 kilómetros de vías, cuenta con 468 estaciones y funciona las 24 horas, todos los días de la semana y todas las semanas del año: no es una finquita fácil de defender.

Durante la clase se discutió el tema y varias personas (la mayoría de las que expresaron su opinión) comentaron que este tipo de políticas se ceban en los más desfavorecidos y, como era de esperar, casi todo el mundo se declaró a favor de utilizar en su lugar programas educativos. Personalmente, me pregunto por qué razón la educación y la lucha contra el crimen son incompatibles y, sobre todo, que puede haber más educativo que mostrar bien a las claras que el crimen paga, por supuesto más cuanto más grave (la proporcionalidad entre el delito cometido y la pena impuesta es fundamental), pero que ninguno se queda sin su castigo.

Giuliani y su administración comprendieron perfectamente que nada hay más estimulante para la delincuencia que la ausencia de una respuesta, así que dieron esa respuesta como hay que darla: tan inflexible como ajustada a derecho. ¿Resultados? El crimen cayó en un 57 %, los asesinatos en un 65 % y hoy Nueva York es una de las grandes ciudades más seguras de Estados Unidos.

Moraleja: a quién se le va a ocurrir hacer un atraco cuando ni siquiera puede colarse en el metro.

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