18 mayo, 2005

Cuestión de prioridades

La política, como casi todo en esta vida, plantea en pocas ocasiones situaciones en las que una decisión, una toma de partido, en definitiva una elección de cualquier tipo se plantea en términos preclaros, con una línea que separe nítidamente el bien y el mal. Lo normal es que todo bien con el que pretendamos quedarnos lleve aparejada una carga mayor o menor de males con los que hemos de lidiar como Dios nos de a entender.

En estas circunstancias, uno debe tener muy claras cuales son sus principales prioridades, qué elementos son vitales, de forma que la decisión jamás los comprometa, aunque de su elección resultará, por supuesto, que otros aspectos puedan resultar perjudicados. Tristemente, muchas veces esas cosas secundarias que sacrificamos no son fruslerías y en ámbitos como la política incluso en ocasiones nos vemos obligados a poner en riesgo valores que no podemos dejar de considerar fundamentales, pero que sabemos que si actuamos de otra forma estarán todavía en peor situación.

Toda ésta reflexión nace de el tinglado que se está montado en torno a la negociación con ETA. Se nos está vendiendo ya y todavía se nos venderá más el argumento de que “hay que hacer lo que sea para evitar la pérdida de más vidas humanas como consecuencia del conflicto” (nótese la ausencia de términos como asesinatos o terroristas), pero cada vez que oigo a alguien predicar un sermón de este tipo me acuerdo de lo que decía el personaje más famoso de la historia de la literatura española:

“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”.
Es decir, por mantener nuestras libertades vale la pena arriesgar la vida e incluso, llegado el caso, perderla. Si ahora sustituyen honra por dignidad (prácticamente sinónimos en el uso que da Cervantes a la primera) encontrarán otra cosa por la que en ocasiones vale la pena arriesgar ese bien casi supremo que es la vida.

Así lo entendía uno de los santones de la izquierda (“Antes morir de pie que vivir de rodillas”) y, sobre todo, así lo entendían muchos de los que han sido asesinados por los terroristas en el País Vasco (y todos los que ahora viven en el infierno de llevar escolta hasta en el baño y mirar los bajos del coche cada mañana), que eligieron y han elegido actuar contra la injusticia aun a pesar de que ponían y ponen en riesgo sus propias vidas. Nuestro gobierno, lástima, parece que no lo entiende así.

Y lo peor es que, antes o después, habrá más asesinatos, probablemente, muchos más.

ACTUALIZACIÓN: Viendo lo contentos que están algunos de lo bien que van las cosas cada momento tengo más claro lo mal que en realidad van.

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