05 junio, 2005

En nuestro nombre ¡NO!

Después de cualquier manifestación se suele producir un baile de cifras que resulta bastante patético, como el que se da tras una huelga general. Así las cosas yo, que ya voy teniendo añitos y con ellos algunas experiencias de este tipo, empiezo a fiarme más de mi propio instinto que de las sumas y restas de los distintos sumadores y restadores que lanzan números, normalmente demasiado interesados en constatar éxitos o fracasos.

Respecto a la multitudinaria manifestación de ayer la horquilla va desde el cuarto hasta el millón completo de personas, desde mi experiencia quizá no soy capaz de dar una cifra exacta, pero sí que puedo decir que tras ver y estar en muchas protestas similares ésta es de las más numerosas que recuerdo y sólo se puede comparar con la que se celebró tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco (quizá algo mayor pero no demasiado) y, por supuesto, con la del 12 M, esta sí, considerablemente más grande.

Es decir, que estamos ante una gran demostración, enorme, contundente, masiva, que habría dado, entendámonos, para un mes de portadas y aperturas de informativos si se hubiese celebrado contra el Prestige o la Guerra de Irak. A partir de ahí me parece ridículo pelearse por un quítame allá esos miles y no voy a ser yo quien lo haga.

La manifestación fue tremendamente pacífica: no hubo ningún incidente de mención (y no perdamos de vista lo llamativo que es eso ante una concentración humana de tal calibre) e incluso las consignas coreadas o las pancartas eran, en su inmensa mayoría, dignas de un baile de escolapios. Hubo gritos contra ETA, contra Peces Barba y, por supuesto, contra Zapatero (significativamente no contra el PSOE), pero excepto algunos casos aislados no eran insultantes y la agresión verbal no fue el tono habitual de la protesta. También y sobre todo hubo gritos a favor: de apoyo a las víctimas y a los vascos o vivas a España y a la Guardia Civil…

El público era variado, de todas las edades y de muy distintas apariencias; sí, había gente a la que es fácil asociar con el PP por su aspecto y su vestimenta (¡y que luego nos vendan que la izquierda no tiene prejuicios!) pero también personas de fuera de Madrid o gente de “barrio obrero”, y es que no hay en esta ciudad tantos miles de “pijos” de NNGG como ahora querrán hacernos creer; había personas mayores, hasta ancianos, y jóvenes, familias completas y otros solitarios o grupos de amigos; vimos banderas de España (ni una con un símbolo anticonstitucional, es decir, con el aguilucho franquista, repito: ni una sola) y banderas de todas y cada una de las comunidades autónomas, incluyendo la ikurriña.

Para mí el momento que resume la manifestación se produjo unos metros más allá de la Plaza de Cataluña, donde nace la calle Pradillo en la que asienta su periódico Pedro J. En la repleta acera de la izquierda había dos mujeres bastante mayores que sujetaban una bandera española en la que habían escrito con letras negras dos sencillas palabras: SOY VASCA. Sistemáticamente la gente que pasaba por su lado según avanzaba la manifestación se giraba y empezaba a aplaudir de forma espontánea y tremendamente sincera: las mujeres, emocionadas, retenían con dificultad las lágrimas y casi no podían con su bandera.

Desde ayer el gobierno sabe que, pese a la propaganda y la invención de una realidad paralela en la que los verdugos son víctimas y las víctimas verdugos, no va a poder rendir al estado de derecho a cambio de unas monedas de plata parlamentarias o electorales, al menos, no sin que buena parte de las sociedad española salga a la calle y le saque los colores.

Desde ayer las víctimas saben, si es que había alguna duda, que no están solas.

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