11 junio, 2005

Manhattan se queda sin estadio… afortunadamente

Durante estos meses que he pasado en Nueva York había tres proyectos urbanísticos que tenían a la ciudad bastante soliviantada; yo diría que por orden de indignación y presencia en las portadas eran: la reconstrucción del WTC; el estadio olímpico en el West Side; y la reurbanización del barrio de Williamsburg.

En el primer caso la polémica viene por varios flancos, en primer lugar el proyecto que se ha elegido para ocupar el espacio dejado por las Torres Gemelas en el sur de Manhattan no es del gusto de la mayoría de los neoyorquinos; además, muchos se preguntan si un gigantesco complejo de oficinas es lo más adecuado para la zona, pues al parecer no hay en la isla una demanda suficiente mientras que los precios de alquiler para la vivienda están completamente disparados. Para más INRI es el típico tema sobre el que todo el mundo opina, con lo que la polémica se aviva constantemente: hace unas semanas el archirico y muy mediático Donald Trump presentaba su propio proyecto: reconstruir las Torres Gemelas un piso más altas.

Por si esto fuera poco la tarea de la reconstrucción se está llevando a cabo sin demasiada eficacia y, cuando ya estaban a punto de iniciarse los trabajos, se fue casi todo al garete: la torre no cumplía los requisitos de seguridad de la policía y los bomberos, por lo que tenía que someterse a un serio rediseño. Así las cosas parece que por todavía bastante tiempo si ustedes van a Nueva York podrán ver esa extraña atracción turística que es el inmenso vacío de la zona cero.

El segundo gran proyecto ha caído ahora: se trataba del Estadio Olímpico, que el alcalde Bloomberg y el gobernador Pataki (que creo que no tiene nada que ver con Elsa, al menos en su aspecto) querían situar sobre las vías de tren que ocupan un inmenso solar en el West Side de Manhattan, cerca de donde ya está el Madison Square Garden. Hasta a los ojos de un foráneo parecía una tontería sobrecargar más una zona y una isla en la que los edificios prácticamente se salen por los bordes y ocupan de una forma masiva y abrumadora todo espacio posible, excepto el maravilloso recuadro verde de Central Park.

Ahora, sin la financiación necesaria el proyecto pasa a mejor vida y la candidatura olímpica de la ciudad tampoco parece tener un brillante futuro por delante. Para ello no han sido necesarias multitudinarias manifestaciones de protesta: ha bastado con una sociedad civil bastante organizada y activa que ha hecho ver a sus gobernantes el precio político que iba a tener llevar adelante su plan.

Del tercer proyecto no he tenido noticias últimamente, pero apuesto a que van a sudar sangre (y votos) para llevarlo adelante, si es que lo consiguen.

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