01 julio, 2005

Tardes y sobremesas de verano (II), el Equipo A

En 1972 cuatro de los mejores hombres del ejercito Norteamericano que formaban un comando, fueron encarcelados por un delito que no habían cometido. No tardaron en fugarse de la prisión en la que se encontraban recluidos. Hoy, todavía buscados por gobierno sobreviven como soldados de fortuna, si tiene usted algún problema y si los encuentra, quizás pueda contratarlos.........ellos son EL EQUIPO A.
Así empezaba la que sin duda fue y es la serie más potente de las sobremesas veraniegas. He de decir que todavía hoy, a mis casi 32 añitos, disfruto como un enano con los capítulos que de vez en cuando me reponen en Antena3 y, sí, lo digo sin avergonzarme porque, a pesar de las apariencias, el Equipo A no sólo no es una serie para niños sino que se trata de una profunda trama psicológica habilísimamente entrelazada.

Fíjense si no en la tensión entre los distintos personajes: la creatividad y espontaneidad de Murdock frente a la disciplina y seriedad de Emea; o la bohemia y el sensualismo de Templenton Peck, también conocido como Fénix, frente al ascetismo de un hombre totalmente entregado a la causa como Hannibal… De esos contrastes nacía un grupo autosuficiente y con una multitud de matices que deleitaban al espectador avezado: la piruetas de Fénix para conseguir material para los planes de Hannibal, las discusiones entre Murdock y Emea…

Un buen capítulo del Equipo A debía confeccionarse a partir de un número predefinido de ingredientes que, a pesar de repetirse día tras día, eran manejados con tal habilidad que no se hacían aburridos. Podemos destacar algunos de ellos:

- Un hombre tirando a anciano que tiene un negocio que quiere comprar la mafia local para una oscura trama inmobiliaria.
- La hija de este hombre, de profesión jamona con laca, que entra en contacto con el Equipo A.
- Un sheriff corrupto, un alcalde corrupto.
- Diversas ensaladas de tiros o balaseras, en las que se dispara mucho pero no muere ni el Tato.
- Unos bidones de gasolina para que exploten al paso del coche de los malos en plena huída, que dará un salto de 15 metros por encima de la cámara y caerá tras varias vueltas de campana, saliendo entonces los malos de dentro ligeramente aturdidos (más o menos como si se hubiesen dado de boca contra una puerta de cristal).
- Un garaje repleto de herramientas, piezas metálicas y con un soplete en el que en el momento más tenso del capítulo los miembros del Equipo A son encerrados, bien por los malos bien por el agente del ejército que los persigue, el incansable y nunca suficientemente bien ponderado Decker. Por supuesto, nuestros héroes escapan de allí creando una infernal máquina de guerra en un arte que después perfeccionó McGyver pero con muchísima menos gracia.
- Una pelea con los puños (habitualmente tras la balasera) en cuyo momento cumbre Murdock salta por encima de la cámara hasta caerle en la chepa a un matón de los malos.
- Una escena en la que algunos miembros del Equipo se disfrazan de algo y putean a los malos de alguna forma.
- Otra escena en la que el malo malísimo da las instrucciones para acabar con el Equipo A del estilo de: “Llévalos al vertedero y… acaba con ellos”.
- Una tercera escena, punto culminante del capítulo, en la que Hannibal mira a la cámara, sonríe y pronuncia su mítica frase: “Me encanta que los planes salgan bien”.

Pero no todo en el Equipo A son tiros y diversión, se trata de una serie con un arraigado mensaje liberal, y si no díganme ustedes como puede entenderse la aventura de unos hombres que no sólo se enfrentan a la maquinaria represiva del estado sino que venden sus servicios como seguridad privada para ayudar a la gente que sufre los abusos de aquellos que tratan de obtener ilegalmente una posición ventajosa de mercado.

Ya un poco más en serio, el Equipo A es una serie divertida, con unos personajes graciosos y por momentos entrañables, cuya carga de violencia es totalmente guasona y perfectamente asumible por cualquier niño y, sobre todo, hecha sin otra pretensión que divertir, sin el insufrible rollo artístico que se dan otros y sin los chistecillos políticos tan de moda por aquí.

Qué quieren, a mí cada día me gusta más.

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