22 agosto, 2005

Crónicas veraniegas: Hijo, ¿te tocas?

Han sido años de descrédito, mentira institucionalizada y, por qué no decirlo, alegría zambombera, pero al final ha resultado que la Santa Madre Iglesia tenía razón, que cuando el cura y confesor le preguntaba a uno por sus costumbres autoamatorias tenía no sólo la lógica preocupación espiritual sino un encomiable interés por nuestra salud. Y es que, señores, pásmense ustedes porque resulta que hacerse manuelas nos deja ciegos, quién nos lo iba a decir a estas alturas, ¿eh?

Bueno, no es exactamente eso, pero casi. El caso es que según un sesudo estudio cuya publicación nos anuncia The Economist (y del que se hace eco Libertad Digital, que es donde lo he visto) ver imágenes pornográficas provoca ceguera y, obviamente, ese tipo de fotografías cuando se ven es para algo, ¿no?

Desgraciadamente, se trata de una pérdida de visión momentánea, de tan sólo entre dos y ocho décimas de segundo, y digo desgraciadamente porque siendo así resulta escaso castigo y no creo que sirva para que nuestros jóvenes y adolescentes se alejen del nefando pecado de Onán. Aunque ir quedándose ciego a poquitos no puede ser bueno y seguro que a la larga tiene unas consecuencias fatales para, por ejemplo, las hemorroides.

Yo, aunque ya hace mucho que no soy adolescente y tampoco me considero joven (que hoy en día a la gente le ha dado por decir que se es joven hasta los ochenta, pero eso es mentira señores: todo lo que sea estar fuera de la facultad ni es juventud ni es nada) les prometo que a partir de ahora ni una más, por Santo Tomás, y hasta para mear me la cogeré con guantes de látex. Y, como decía aquel, que Santa Cecilia nos conserve la vista…

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