Tras ver el horroroso remake-castaña de “El planeta de los Simios”me dije que iba a estar complicado que me convenciesen para ir a ver otra película de Tim Burton, a pesar de que en el otro lado de la balanza no dejasen de esta la excelente, tierna, triste y divertida “Ed Wood” y la más irregular pero por momentos desternillante “Mars Attack”.
Sin embargo, la cartelera veraniega está más bien floja y, además, varias personas me habían hablado muy bien de ella, así que el pasado jueves me animé a ir a ver “Charlie y la fábrica de chocolate”. Pocas veces mejor gastados los seis euros de la entrada: la película es excelente, casi me atrevería a decir que excepcional.
Se trata de una adaptación de una famosa novela infantil escrita por Roald Dahl hace justo 40 años (sí, la literatura infantil existía antes de Harry Potter) y que desde entonces ha sido traducida a más de 30 idiomas y ha vendido millones de ejemplares. La historia que se cuenta es la de un chico pobre de una ciudad indefinida que vive con su estrambótica familia cerca de la inmensa fábrica de chocolate del excéntrico y genial chocolatero Willy Wonka.
Un día Willy Wonka, que vive encerrado en su factoría a la que no deja pasar a nadie desde hace años, decide realizar un sorteo muy especial: invitará a cinco niños a hacer una visita de un día a su famosa e inmensa fábrica y a uno de ellos le hará un regalo inimaginable. Los agraciados serán los que encuentren un buscadísimo billete de oro en el envoltorio de una de sus chocolatinas.
Los envoltorios premiados son encontrados por niños de lo más variopinto alrededor del mundo: un glotón de una familia de gordos alemanes dedicada a hacer salchichas; una malcriadísima inglesa hija de una especie de lord que piensa que todo lo puede comprar con dinero; el típico “friqui” de la informática y los videojuegos; la insoportable campeona del mundo de mascar chicle cuya obsesiva madre era majorette; y, por supuesto, nuestro protagonista Charlie. Todos se presentan a las puertas de la fábrica el día convenido con un acompañante (padres o madres y el abuelo de Charlie) y conocen allí al extraño Willy Wonka con el que empiezan su viaje por la sorprendente factoría.
La película entra entonces en su parte más imaginativa, quizá no la mejor porque las primeras secuencias en las que se nos describe la vida de Charlie y su familia son de una brillantez inusual, pero sí desde luego la más espectacular, con el impresionante mundo aparte que es la fábrica y sus curiosos personajes: el propio Willy Wonka, interpretado muy acertadamente por Johnny Depp, o los fantásticos Oompa-Loompas, una tribu de divertidísimos enanitos todos con la misma cara que son los únicos trabajadores de Wonka. Todas las escenas dentro de la fábrica están rodadas con un lujo y una riqueza de detalles extremos pero que Tim Burton se ha cuidado mucho que no entorpezcan ni quiten protagonismo al propio desarrollo de la historia, que el espectador irá siguiendo con interés de sorpresa en sorpresa, con muchos toques de ternura y no pocos de humor.
En definitiva, es una excelente película en la que prácticamente todo le ha salido perfecto al señor Burton, una delicia, mejor dicho, una golosina de la que van a disfrutar tanto los niños como los adultos. Si usted tiene hijos ya está tardando en llevarlos a verla, si no los tiene no espere más y vaya hoy mismo al cine.
27 agosto, 2005
Una de cine: “Charlie y la fábrica de chocolate”
Posted by Unknown at 5:21 p. m. Menéame
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