04 septiembre, 2005

El lobo, que gran turrón

Me pasa Manel la dirección de un curioso blog en el que encuentro un no menos llamativo artículo referido a los blogs liberales y en el que, como en tantas otras ocasiones, se viene a decir que no son/somos liberales sino unos protofascistas y tal y tal... Vamos, gente mala malísima de lo peor que se esconde tras el escudo del liberalismo para comer niños, explotar países pobres y destrozar el medioambiente.

Contrariamente a lo que suele ocurrir el artículo se deja leer, es decir, su confección es menos chapucera de lo habitual aunque el andamiaje teórico es de tal mediocridad (se ve que el consumo interno de la manada no requiere mayor esfuerzo) que lo he tenido que repasar cinco o seis veces para ver si pillaba algo, que al final ha sido más bien poco porque de donde no hay se hace complicadísimo sacar.

Bueno, empecemos: más o menos en su inicio incluye una acertada y esperanzadora crítica a la vaciedad de la izquierda actual que, no por más correcta parece menos fuera de lugar y de la argumentación general del texto, tanto que me suena que es algo así como el sagrado sacrificio a los dioses de la equidistancia que nos coloca por encima del bien y del mal (dicho de otro modo: soy tan guay que he superado los caducos términos derecha e izquierda, muñeca). No obstante, a esta parte hay que reconocerle algún acierto que otro:

"Las etiquetas de izquierda no exigen ningún compromiso político y están llenas de un aura radical guay: ¿Cómo no proclamarse antifascista ahora que el fascismo es residual? ¿Cómo no admitir en la adolescencia el atractivo del anarquismo y decir que se están en contra de la autoridad?"
Acto seguido se nos glosan las excelencias del liberalismo a la antigua, secreta revelación sólo al alcance de unos pocos lectores de The Economits hasta que, vaya por Dios, a un tal Federico (que supongo que es Jiménez Losantos, pero es que me despista la familiaridad con la que hablan de él los que le odian) al que se le ocurre en “una maniobra de marketing político genial” llamar liberalismo a la derecha de toda la vida que, según el fino analista político, andaba algo desprestigiada.

La consecuencia de tan nefando acto es terrorífica:
“Ahora tenemos en la blogosfera española nacionalistas españoles centralistas xenófobos, minianarquistas, conservadores católicos de lo más rancio, defensores del oligopolio de turno (¡viva la empresa privada! ¡que se jodan los consumidores!), anarcocapitalistas, defensores del estado limitado, nostálgicos de la mano dura y los correajes… Todos juntos y revueltos, a veces dándose hostias y peleándose por el derecho de expedir carnets de liberal.”
La enumeración es patética por tópica, pero sumamente reveladora. Por ejemplo nos muestra un nuevo camino político de notable interés en el que espero que profundicen futuros artículos del autor: el minianarquismo que debe ser algo así como la anarquía en pueblos pequeños o en fines de semana y que retrata al “pensador” que oye campanas lejanas, no sabe ni donde está y aun así se atreve a tirar con bala sin tomar ni tan siquiera la precaución de hacer esto, so lechón. Otra cumbre intelectual de ese mismo párrafo es reunir una vez más los términos católico y rancio, análisis cuya profundidad y originalidad son dignas de los adolescentes a los que criticaba unas líneas más arriba. Por supuesto, no puede faltar el toque insultante de siempre, “nostálgicos de la mano dura” en este caso, más elegante quizás que el fachas habitual pero igualmente entendible por toda la tribu, que es de lo que se trata.

Pero lo que más me llama la atención es que siempre se aduce a la variedad como algo negativo (“todos juntos y revueltos”), como si que haya puntos de vista diferentes a la hora de analizar un problema resultase empobrecedor y lo idóneo fuese la tontisecta en red en la que todos siguen al pie de la letra las palabras (o los “esemeeses”) del supergurú.

Lo mejor de todo se guarda, no obstante, para el final: esa la última frase del mismo párrafo en la que acusa de estar “peleándose por el derecho de expedir carnets de liberal” a un colectivo al que unas palabras antes ha criticado por ser muy variado y recoger a gente de muchas tendencias. Es decir, pretende hacernos creer que un grupo al que un segundo antes ha definido como voluntariamente impuro reparte certificados de pureza; resulta difícil encontrar cosas tan contradictorias en un único párrafo.

La verdad, que difícil tiene que ser estar todo el día criticando alguien sin tener ni usar argumentos, te lleva a decir tonterías… y a repartir carnets.

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