Creo que tras la pobre victoria de Angela Merkel en las elecciones alemanas de ayer es un buen momento (desde luego tan bueno como cualquier otro) para reflexionar sobre los problemas que afronta la derecha europea o, al menos, cierta derecha europea y, especialmente, sobre sus dificultades a la hora de obtener buenos resultados electorales.
Porque la situación en Alemania era absolutamente propicia para la goleada: el gobierno rojiverde lleva años demostrando unos niveles de incompetencia más que notables, el país no logra arrancar, los indicadores económicos están cada día peor y las cifras de paro son alarmantes, sobre todo en el territorio de lo que era la antigua RDA.
Sin embargo, a la hora de la verdad la CDU y el SPD sólo están separados por algo menos del uno por ciento de los votos y en las pocas semanas de la campaña Schröeder le ha limado una diferencia de diez puntos a su contrincante sin hacer mucho más que agitar el espantajo del cambio y sonreír. Por supuesto, ha sido fundamental para el resultado la debilidad que ha demostrado la señora Merkel como candidata, que no ha sabido entusiasmar ni a sus propios partidarios muchos de los cuales se han quedado en casa o incluso se han pasado a los liberales del FPD.
Desde la distancia y sin haber seguido la campaña día a día me da la sensación de que se trata de otro fracaso de una de esas campañas “de perfil bajo” que les diseñan a los políticos los “enteraos” de turno, con candidatos tan temerosos de molestar a unos y a otros que al final ni están por nada ni proponen nada. Así, al final todo el debate político se desarrolla en un terreno de vaciedad y sonrisa en el que los políticos de la izquierda tienen todas las de ganar: habitualmente son más habilidosos en el marketing y tienen un mensaje que es más sencillo vender y comprar, no porque sus recetas sean mejores sino porque son más simples, comprensibles y sentimentales, aunque luego sean tan falsas como un billete de 7,68 €.
Para ganar elecciones, en suma, un partido liberal o de centro-derecha debe ser valiente, atreverse a plantear una política diferente y, sobre todo, bajar a la arena y explicar por qué esas medidas son necesarias y por qué van a hacer que el país funcione mejor.
Creo que es una lección que el centro-derecha español debería haber aprendido ya, si no es así en unos añitos estaremos como Alemania, en el mejor de los casos.
19 septiembre, 2005
¿Qué le pasa a la derecha europea?
Posted by Unknown at 8:05 p. m. Menéame
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