01 septiembre, 2005

Sanidad: un problema que no se resuelve con subidas de impuestos

Parece ser que uno de los primeros grandes debates del actual curso político va a ser el de la financiación de la sanidad. El problema tiene dos orígenes distintos y un resultado único: todo el mundo tiene una deuda brutal que se ha convertido en una cuestión a la que nadie sabe como responder.

Las causas son, en primer lugar, las cesiones de competencias a las CC.AA., que se hicieron con una dotación presupuestaria en la que nadie tuvo en cuenta el enorme flujo inmigratorio que están soportando algunas regiones españolas como Madrid o la Comunidad Valenciana; y, por el otro lado, la nefasta gestión que la mayor parte de los ejecutivos autonómicos están haciendo de su servicio sanitario, con subidas de sueldos difíciles de justificar como las de Cataluña o una corrupción extremadamente extendida como la que se da (o al menos se ha dado) en el Servicio Andaluz de Salud, según me han contado en ocasiones hasta familiares de los beneficiados.

Así pues las culpas están bastante repartiditas, lo que no es un consuelo pero sí debería servir de estímulo para que todas las fuerzas políticas busquen una solución verdaderamente eficaz al problema.

Pues parece que no.

Para empezar el gobierno se ha sacado de la manga una propuesta que nos habla de su escasa capacidad política, inversamente proporcional a su habilidad y su gusto por la demagogia. Con el típico punto de vista del político mediocre nuestros gobernantes han pensado en que lo mejor cuando falta dinero es subir los impuestos. Afortunadamente, y esto creo que es una de las lecciones más sutiles e interesantes que podemos sacar de todo esto, parece que ya es francamente impopular subir los impuestos a las rentas, así que se han elegido incrementar los que ya gravan abusivamente el alcohol y el tabaco, al fin y al cabo, como eso son vicios nadie va a protestar mucho para que no le acusen de vicioso.

Lo malo de la medida no es que sea la típica patochada barata, sino que es absolutamente ineficaz y más bien pronto que tarde volveremos a estar en las mismas, porque el problema no está solo en el exceso de gasto actual sino y más bien en todo un sistema que no está pensado para ahorrar, sino para derrochar. Es decir, con éste como con otros problemas hay que atacar más el problema del gasto que el de la financiación, porque la capacidad que tiene el despilfarro de acelerarse es muchísimo mayor que la de la recaudación impositiva para crecer.

No voy a reclamar aquí y ahora la privatización de la sanidad, que hoy por hoy es una utopía, pero lo que ya no puede retrasarse más es la adopción de sistemas de gestión eficaz, con un sentido empresarial y un respeto por el dinero del contribuyente. Del mismo modo, hay que atacar de una vez y en serio el famoso gasto farmacéutico con medidas serias (copago, obligatoriedad de uso de los genéricos…) y dejar de acosar a una industria que, además de obtener su legítimo beneficio, salva muchas vidas.

En definitiva, señores políticos, arremánguense de una vez y tomen medidas serias y necesarias, por impopulares que resulten. A corto plazo quizá pierdan votos, pero es que cuando se gobierna un país hay cosas más importantes que los votos.

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