12 septiembre, 2005

Septiembre y la demagogia sobre los libros de texto

Todos los meses de septiembre tenemos la misma movida alrededor del dinero que se gastan las familias en los libros de texto de sus churumbeles e, invariablemente, los políticos más demagogos a derecha e izquierda (sobre todo a izquierdas porque ya sabemos que esto de la demagogia populista se les da de cine) claman por que a todo hijo de vecino el estado les pague los libros para el colegio.

Aquí llega la primera diferencia entre la teoría y la práctica, porque por mucho que Simancas se empeñe en afirmar lo contrario, por poner un ejemplo, es metafísicamente imposible que los libros sean gratis, lo que quieren decir es que trabajadores como ustedes o como yo les paguemos los libros a los nietos de Botín, por poner otro ejemplo, vía los impuestos que abonamos religiosamente todos los meses y todos los años. Personalmente, me parece francamente injusto.

La gratuidad en la educación y en los libros de texto parte de un supuesto que para mí es, cuanto menos, algo contradictorio: que las cosas importantes deben ser gratis, es decir, que lo que yo considero fundamental (¿puede haber algo más trascendente que la educación de los hijos?) no debe suponerme ningún esfuerzo económico (y si es posible de ningún otro tipo). La coartada se supone que es la igualdad de oportunidades, pero es mentira porque eso se logra con un buen sistema de becas, que es además mucho más justo incluso desde el punto de vista de una política de izquierdas basada en la redistribución de rentas.

Y es que la gente se marcha de vacaciones aquí o allá y vayas donde vayas te encuentras españoles por un tubo; los bares y restaurantes están permanentemente repletos y reservar una mesa los fines de semana es más difícil que dar con el Arca Perdida; cuando uno sale por la carretera no ve otra cosa que cochazos de Audi, BMW y Mercedes (y coches de 4 millones como los Golf es que parece que los regalan); cada Navidad el furor consumista se desata y contagia que ríanse ustedes de la peste negra; y en prácticamente cada casa con niño hay una “pleiesteishon” cargadita de juegos (que valen 60 € cada uno cuando salen al mercado). Es decir, la gente vive a todo trapo, pero no tiene dinero para los libros de los niños.

OK, de acuerdo que no son solo los libros, que también está la ropa, las mochilas, los bolígrafos y los lápices, vale, pero ¿no sabían eso antes de tener hijos? En el fondo de esta polémica lo único que hay es uno de los males de la sociedad actual: no queremos hacernos responsables de nada malo o caro, tenemos niños, sí, pero que nos los eduque el profesor de “Educación para la ciudadanía” y que los gastos nos los pague papá estado.

No sé bien si será inmadurez o estupidez, pero sea lo que sea es grave.

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