28 diciembre, 2005

48 horas más

Es lo que pedía el PSOE para intentar remediar el laberinto estatutario en el que él mismo se ha metido. Finalmente, y gracias a la muy oportuna negativa del Partido Popular, todas las enmiendas al despropósito enviado por el Parlamento Catalán se tendrán que debatir en la ponencia correspondiente en lugar de pactarse de antemano en reuniones “discretas” cuyos resultados y pormenores se ocultan a la crítica de los ciudadanos.

Lo más curioso del asunto es que antes de que se cerrase el plazo el PSOE ha presentado unas 500 enmiendas al texto legal, algunas de ellas a puntos fundamentales del su contenido como el artículo 1, el que define a Cataluña como una nación. Es cierto que todavía más radicales son las enmiendas del PP, que de aceptarse supondrían la supresión de dos terceras partes del proyecto de estatuto devolviéndolo a unas dimensiones más razonables, pero si bien esto es lógico y coherente con el voto negativo que en su momento dieron al texto los populares en el parlamento catalán, a ver quien es capaz de atarme por el rabo la mosca de un partido que aprueba allá una ley y acullá le quiere meter quinientos cambios.

Y es que la esquizofrenia socialista está llegando a un punto tan difícil de entender como complicada de manejar: desde aquel aciago día en el que Zapatero se comprometió a apoyar lo que llegase a las Cortes desde Cataluña el antiguamente monolítico partido del gobierno se viene desdoblando como si se tratase del Dr. Jeckyll y Mr. Maragall o, en versión más casera, Juanito Navarro y Doña Croqueta.

Tan difícil de entender o más, si cabe, resulta a estas alturas la operación de salvamento in extremis que organizó Zapatero para un texto que boqueaba como un pez fuera del agua y que prometía quedarse en un confortable nonato, con tiempo por delante para enterrar el tema bajo toneladas de cemento como en el Carmelo y con diferentes posibilidades para recomponer mayorías tanto en Madrid como en Barcelona si hubiese sido necesario.

¿Qué oscuro secreto, que inconfesable afán impulsó a Zapatero a meterse más profundamente en la boca de lobo justo cuando tenía la posibilidad de escapar? No lo sabemos, lo único que podemos afirmar con bastante seguridad es que 48 horas más no le habrían bastado para salir de allí, por mucho que hasta el Presidente del Congreso (cada día más impresentable) se empeñe en lo contrario.

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