14 diciembre, 2005

Irán (y no volverán)

El presidente de Irán, recientemente elegido en unas votaciones de apariencia muy poco democrática, tiene un aspecto que supongo que resultará llamativo a la mayoría de los ojos occidentales: sin la suntuosidad de chilaba y turbante de sus antecesores pero con trajes que parecen el penúltimo grito en el mercadillo de la parroquia y, además, con esa cara famélica de barba no muy poblada.

Obviamente, no le vamos a juzgar por su aspecto de inmigrante albanés (dicho sea sin ánimo de ofender), en primer lugar porque no tengo la costumbre de juzgar a la gente por su facha, aunque a veces sea casi inevitable sacar conclusiones porque uno es humano. Y en segundo lugar porque a Ahmadinejad no es necesario juzgarle por su aspecto: sus palabras nos dan una imagen bastante certera de lo que le pasa por la cabeza, del odio y el fanatismo que esconde tras su frente.

Primero dijo que había que arrancar a Israel del mapa, luego que si el estado judío había sido creado por culpa de Alemania que lo pusiesen allí (ojo al nivel de sutileza geoestratégica) y ya ha llegado a la bajeza moral, si es que él entiende dicho concepto, de decir que el Holocausto es un mito.

En cualquier caso, tampoco debemos sorprendernos demasiado de lo que nos pueda llegar de la República Islámica de Irán, una teocracia que cuyo régimen supone en sí mismo un anacronismo y un despropósito; lo que sí debe preocuparnos en la reacción de occidente a ese tipo de barbaridades y, muy especialmente, si vamos a permitir que un país liderado por este tipo de “geopsicópatas” se construya armas nucleares.

Por cierto, los teócratas iraníes fueron los creadores del concepto “Alianza de civilizaciones”, tan caro a nuestro Presidente, y ha sido uno de los pocos países que ha mostrado interés en el proyecto. Creo, sinceramente, que no hace falta decir más.

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