¡Y nosotros sin saberlo!

Por distintas razones llevo votando al PP desde que soy mayor de edad y tengo derecho a depositar la papeleta en la urna (básicamente es algo que hay que agradecerle al PSOE, pero de eso ya hablaremos otro día), es decir, casi la mitad de mi vida. Y ahora resulta que, como decía el difunto Carandell, he vivido en el error.

Vamos, que yo teniéndome a mí mismo por persona de orden y de derechas (sólo mi ateísmo me salvaba de ser "como Dios manda") y resulta que lo que he sido todos estos años es un votante de la izquierda.

¡Cáspita! Es más, ¡recórcholis! E incluso, ¡canastos!

Y algo parecido le habrá pasado, me temo, a muchos de los que, año tras año y elección tras elección, depositaban su confianza en un partido que, en teoría, seguía en su eterno viaje al centro; un viaje que muchos pensábamos que era desde la derechota del presidente fundador (Obama Iribarne, como le llamaba hoy con acierto Jiménez Losantos) y resulta que, muy al contrario, la inconclusa peregrinación al centro era desde la más ultramontana izquierda.

Siguiendo con las citas, el genial Umbral dio en llamar a la "izquierda divina" del psocialismo ochentero los "infrarrojos", ya que entre tanto oropel y tanto guateque le parecía, no sin razón, que, a diestra y siniestra de Felipe, se habían perdido casi todas las esencias izquierdistas. El apelativo sandungo ponía de bastante mala leche a la grey sociata, más que nada porque daba en el blanco de un socialismo metido a jet set. Cuál no sería su sorpresa (y su coña) al ver a estos "infrazules" con los que nos ha tocado vivir y que por no tener no tiene ni aquel glamouramen.

No, si al final van a tener razón mis compañeros del Juan de Mariana cuando citan a Hayek y hablan de "los socialistas de todos los partidos", lo que no esperábamos era que algunos, encima, lo llevasen a gala.