20 enero, 2009

Un Dios Salvaje: matrimoniadas finas y no mucho más

El pasado sábado fui al teatro (una vez al año no hace daño) gracias a un generoso regalo que me permitió disfrutar de un espectáculo que, si me paro a pensarlo, no está habitualmente al alcance de mi economía (y eso que no he agotado todas las posibilidades como Solbes - Schuster).

La obra elegida fue Un Dios salvaje, de Yasmina Reza, a priori una elección muy acertada aunque, y vamos entrando en el terreno de la crítica, a posteriori me resultó más bien decepcionante.

Es justo reconocer que he leído críticas muy positivas como la de mi admirado Santiago Navajas, y que a mi alrededor el teatro completo (lleno hasta la bola, la gente sigue sin hacerle caso a la crisis) se pasó la hora y media de representación riendo a mandíbula batiente mientras un servidor, con esta cara de palo que me caracteriza, esperaba a ver cuando la cosa empezaba en serio... pero no llegó a empezar o, mejor dicho, justo cuando parecía despegar cayó el telón.

Les cuento algunos detalles para mejor comprensión. La obra cuenta como un par de matrimonios se reúnen para "solucionar" un pequeño problema: el hijo de uno de ellos le ha partido la cara al de los otros. Cada una de las parejas pretende representar un estereotipo social: por un lado los progretas de luxe buenrollistas y solidarios (Aitana Sánchez Gijón, bellísima, pero que parece interpretarse a sí misma) y un Antonio Molero al que la directora parecía haberle dicho "¡Ánimo chaval, que tú eres el gracioso del equipo!". Y por el otro los derechosos violentos y machistas: Maribel Verdú y Pere Ponce.

El primer problema de la obra, no sé si del original o de su adaptación pero me da que de lo segundo, es que los cuatro personaje son más tópicos que los carteles de toros esos en los que los guiris ponen su nombre entre El Cordobés y Enrique Ponce. Por ejemplo: Aitana es una concienciadísima escritora que tiene entre manos un libro sobre Darfur y Pere Ponce es, oh maldad infinita, es nada más y nada menos que abogado de una firma farmaceútica que anda intoxicando al personal con un medicamento para la hipertensión (vamos, que un poco más y nos sale comerciante de armas o diamantes).

Claro, si los personajes no resultan creíbles una obra de teatro se convierte en un grupo de personas haciendo el chorra en el escenario, y nada de lo que digan o hagan llega de verdad al público, tiene la mínima profundidad o el menor significado; personalmente, ni siquiera puede tener mucha gracia.

El desarrollo de la acción también me pareció facilón: la cosa va más o menos normal hasta que se ponen a beber y, una vez medio piripis las grandes verdades surgen a la superficie al grito de "¡me encuentro mejor que nunca y no voy a dejar de beber!". Ron mediante, vemos como nada es lo que parece, los matrimonios son menos felices de lo que aparentan, los hombres más machistas de lo que habíamos pensado... Vamos que no sé ustedes, pero yo lo he visto ya una docena de veces.

Mientras tanto, se suceden una serie de situaciones presuntamente hilarantes: la Verdú vomitando en medio del salón, la Verdú agarrada a una palangana, la Sánchez Gijón pegándole a su marido, la Sánchez Gijón gritando como una posesa, los hombres haciendo un poco el angarután, los hombres haciendo un mucho el angarután...

En fin, que a mi me quedó un regusto como de haber visto una edición especial - de luxe de las matrimoniadas del Moreno, un poco más fino, un poco menos cargante y sin ese toque cutre del Rey Mierdas de la televisión actual (que el tío todo lo que toca lo convierte en caca, aunque lo venda a precio de oro), pero en el fondo y, como diría aquel, "en base a un coceto mu parecido".

Eso sí, insisto en que el teatro entero disfrutó a rabiar mientras a mi se me iba quedando cara de tonto, puede que yo tuviese un mal día aunque, gracias a Dios, he descubierto que no he sido el único en pasar por semejante trance.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Joer, no coincidimos ni en eso. Nosotros también fuimos, también este sábado (no te vimos) y nos gustó: mi señora se hinchó a reir y a mí no se me hizo pesada, aunque la vi sobreactuada.

El tema que trata es terrible, es dramáticamente actual, sólo que vestido de comedia. Y algunos personajes, sobre estar exagerados, me recordaron a familiares y conocidos...

Un abrazo,