22 julio, 2009

Cartas estivales (II): Un par de ideas para mejorar en el Tour

Querido P.:

Como supongo que tú también harás, estoy siguiendo con bastante interés la edición de este año del Tour, una carrera que me ha fascinado desde niño, y no sólo por su aspecto competitivo, como explicaba esta madrugada en mi blog de viajes.

El caso es que viendo las retransmisiones televisivas con la pasión que ha despertado el enfrentamiento entre Contador y Armstrong (¡bravo Alberto!) me sorprende, como seguro que te ocurrirá a ti, que la organización de una carrera que se acerca a sus cien ediciones todavía no haya superado algunos pequeños errores que, cualquier día de estos, nos dan un disgusto.

El primero de ellos, y probablemente el más grave, es permitir a centenares de estúpidos correr al lado de los corredores para animarles, logrando en la mayor parte de los casos molestarles y, en alguna que otra, tirarlos de la bicicleta.

Ya sabes que la frase “correr es de cobardes” ha sido una de las máximas que ha guiado mi vida, así que no me preguntes qué puede llevar a un ser aparentemente racional a ponerse a hacerlo cuesta arriba, bajo el implacable sol de julio y, encima, gritando como un poseso.

Para más INRI algunos de ellos lo hacen disfrazados (como aquel que iba de diablo con tridente y todo y que seguro que recuerdas), a veces llevan enormes banderas (que suelen ser de países en los que no hay ningún corredor con la más mínima posibilidad de hacer algo en ese Tour) y en otras ocasiones con pelucas y aditamentos varios que hacen pensar que, o bien les ha dado demasiado el sol o bien se han pasado con el calimocho.

Hoy mismo un tipo que debería pesar unas 140 arrobas en canal ha corrido más de doscientos metros por delante de Armstrong, cómo intentando llevarle hacía arriba. Además del grotesco espectáculo de su descomunal cuerpo bamboleándose en la carretera estaba yo sufriendo porque a partir del metro 50 tenía la seguridad de que iba a caerse al suelo y empezar a convulsionar del mismo esfuerzo.

No, no es que me preocupe por la salud del chaval, ya sabes que soy bastante insensible ante las tragedias causadas por la propia estupidez del afectado, es que seguro que en mitad del último estertor hace caer al americano y luego dicen que nuestro Contador, que le está dando un repaso fenomenal al yanqui, ha ganado por eso.

Buscando la solución a este problema he llegado a pensar que se podrían instalar en las ruedas de las bicicletas unos a modo de puñales, como los que llevaban las cuadrigas de Ben Hur, pero luego he desechado la idea porque igual resultaba un tanto peligrosa para los propios ciclistas y, de hecho, los sprints podrían acabar con más sangre derramada que una corrida de todos de las de cuando los caballos no llevaban peto.

La siguiente opción sí que la veo más aplicable y desde aquí se la ofrezco, con humildad y generosidad, a los organizadores de la ronda gala: colocar en moto a unos pastores como los que siguen a los cabestros en los Sanfermines y que, del mismo modo que éstos sacuden a los que cometen alguna imprudencia unos varazos que no te menees, cuando a algún espectador se le ocurra imitar a Bolt al paso de la serpiente multicolor (coño, llevo toda una vida queriendo escribir eso de la serpiente) le dejen media docenita de marcas en la espalda.

Ya, ya sé que sería mucho mejor un látigo de siete colas de esos que acaban en un cacho de hueso, pero ten en cuenta que viajando en moto el manejo de tal flagelo iba a ser complicado y a los pobres ciclistas sólo les faltaría que, con lo que duele ya subir esas cuestas, les arreen un zurriagazo a traición.

¡Cómo para exigirles luego que no se dopasen!

Una opción que sí se podría estudiar es equipar a los “pastores” con porras eléctricas, algo que seguro que iba a proporcionarnos momentos de mucha diversión. Por supuesto, si algún espectador resultaba demasiado insistente y recalcitrante los susodichos portadores de porras (o varas o lo que fuese) tendrían carta blanca para marcarse un “rodneykin”, tú ya me entiendes.

En definitiva, se elija un método u otro creo que adoptar la medida redundaría no sólo en una mayor seguridad para los ciclistas sino en una notable mejora del espectáculo.

La otra idea, que ya sé que te he dicho al principio de la carta que eran dos, sería correr el Tour de France en España en lugar de en Francia, pero me da a mi que los franceses, que para algunas cosas son muy suyos, no lo iban a ver muy bien.

Queda con Dios,

Carmelo

2 comentarios:

Strelnikov dijo...

Otra opción sería situar francotiradores en lugares estratégicos, con munición del calibre .50 (un Barrett M82 sería ideal). Al que le pilla en la cabeza, se la desintegra, y queda como un pollo descabezado.

Se me ocurre otra: estudiar los vídeos después de la carrera, identificar a los cabestros, buscarlos allá donde se encuentren, para enviarlos a algún campo de trabajos forzados, mejor si en un lugar con mucho frío, o con mucho calor.

A mí me encantan estas cosas, por algo me llamo Strelnikov.

Unknown dijo...
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