22 febrero, 2005

¿Es Fernández de la Vogue un insulto?

En los comentarios a mi artículo del domingo sobre el resultado de las elecciones se ha desarrollado un pequeño debate entre servidor y algunos lectores acerca del uso del retruécano Fernández de la Vogue para referirse a la Vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega.

Según estos amables lectores, esta expresión debe ser considerada un insulto porque (reproduzco literalmente la frase de uno de ellos): “Cuando se llama a la vicepresidenta 'Fernández de la Vogue' la única intención es despreciarla, rebajarla y, en suma, insultarla”. No puedo estar más en desacuerdo.

En primer lugar, como político en ejercicio Fernández de la Vega es un personaje público, por lo cual debe asumir que su persona y su imagen están a merced de la opinión de un modo muy diferente al de un ciudadano normal. Es decir, ser víctima de la ironía es parte de su sueldo, así como que la gente opine de cómo viste, de si se tiñe el pelo o de si tiene muchas arrugas.

Todo esto, claro, no quiere decir que los ciudadanos (y en especial los periodistas) tengan derecho al insulto hiriente o a la descalificación personal. Pero, ¿es ese el caso de la expresión Fernández de la Vogue o de otras similares como Desatinos o Morotinos? Decididamente no, son chascarrillos irónicos que hacen referencia a un suceso concreto (las famosas fotos de la Moncloa), a nuestra opinión por un personaje o a sus tendencias políticas o estratégicas, es decir, no nos metemos con su cara, con sus defectos físicos o con sus gustos estéticos, sino que en cierta forma estamos hablando de su acción política y expresando nuestra opinión al respecto. Y si no podemos decir Fernández de la Vogue o Desatinos nos estamos cargando de pasada todo el humor gráfico de occidente.

Por otra parte, me llama la atención como hasta para esto hay dobles raseros, ni siquiera a la ironía tenemos derecho los que no seguimos la corriente dominante del progresismo trasnochado. Mientras, ellos pueden bombardear continuamente con guiñoles, caigaquiencaigas o uayomins varios.

¿Es lo suyo es humor y lo nuestro insulto? Podría serlo, si al menos tuvieran gracia…

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