30 junio, 2005

Tardes y sobremesas de verano, que recuerdos (I)

Cuando era un chaval el verano y sus inmensas vacaciones (momento güere jav al de fluaers gon) tenían diversos "daños colaterales" entre los que cabe destacar el hecho de poder dedicar las horas de la siesta a ver la tele en lugar de tener que volver al cole a las clases de las marías, que eran las que asignaturas a las que se solían dedicar las tardes.

Ello nos permitía, amén de echar alguna que otra cabezada, disfrutar de las series infantiloides que nos proponían los por entonces únicos canales televisivos del Ente Público Fantasmagórico, Televisión Española. Luego vinieron el Tour con Delgado y, sobre todo, Induráin (nunca le pagaremos a ese hombre lo que nos hizo disfrutar), pero en la infancia remota lo que primaba era la primera y sus series diarias, mayormente americanas si exceptuamos la recurrente Verano Azul, que tampoco es de lo que quiero hablar.

A mí las que me gustaron y las que recuerdo con más cariño fueron las series de héroes variados que recorrían los polvorientos caminos de América ayudando a los débiles y los oprimidos, y en este género hay dos joyas que destacan y, como suele decirse, brillan con luz propia: “El coche fantástico” y, por supuesto, “El Equipo A”.

La primera narraba las aventuras de David Hasselhoff posterior vigilante de la paja, digo de la playa, en la piel de Michael Knight, un ex policía contratado por la Fundación Para la Ley y el Orden (algo así como la FAES pero en serio) para, a los mandos del fastuoso coche KITT, ir por ahí a darles badana a esos malos de opereta que tenían completamente acogotado a un pueblo del medio oeste.

Pese a que lucía un peinado y un estilo tan imposibles como su apellido, Hasselhoff no logró evitar que el protagonismo le fuese totalmente arrebatado por el vinículo, que al fin y al cabo daba título a la serie: el famosísimo KITT que era algo así como juntar a R2D2 y a C3PO, quitarles el toque gay de éste último y ponerles cuatro ruedas y más gadgets que al Inspector Ídem. Además de saltar y acelerar KITT hablaba y tenía una guasilla notable, con un humor inglés y un acentillo cuidado y metálico que nos deleitaba al pronunciar la palabra mágica “Maiquel” cuando llamaba a su dueño, amigo y conductor.

La serie contaba, además, con algunos secundarios de lujo, mi preferido era Devon Miles, el jefe de la Fundación Para la Ley y el Orden (por cierto, ojo al nombre que es totalmente genial) y que era algo así como el Superintendente de la TIA pero en versión British y con un cierto aire a Michael Caine. Devon se comunicaba con Maikel a través de unas videoconferencias que eran de los momentos más entrañables de la serie y en las que, pese a hacer él la llamada, siempre le pillaban como de sorpresa.

Otro personaje destacado era la mecánica jamona que trataba a KITT más como si aquello fuese una casa de masajes que un taller, algo que el coche con su peculiar personalidad no dejaba de agradecer de una forma que si hubiésemos sido algo más mayores no habríamos dejado de hacer chistes sobre el tubo de escape. La mecánica en cuestión, cuyo nombre no recuerdo, tenía unos muslos que se adivinaban marmóreos bajo un mono jai-tech y totalmente impoluto, pero destacaba sobre todo por sus muy apropiadas y kilométricas uñas (lo típico en un mecánico) y por como asía las herramientas con idéntica sutileza y grado de presión con el que habría asido un pene, por poner el primer ejemplo que se me ocurre.

Pero los reyes indiscutibles de las tardes de verano fueron y serán por siempre los chicos de Hannibal Smith (por cierto, es curiosa la nómina de grandes estrategas de la humanidad que han compartido ese nombre, el propio Smith, Aníbal Barca, Hannibal Lecter…). Pero es tanta la genialidad que acumulaban los capítulos de esa inolvidable serie que merecen un post aparte, que llegará mañana a sus pantallas…

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