29 septiembre, 2005

La Virgen de Cortes

Resulta que ayer el Ministro de Defensa Pasiva, que se está convirtiendo en un habitual en estas páginas, tuvo uno de sus grandes momentos políticos en lo que llevamos de legislatura e incluso diría que de su larga carrera política (lo que es a mí se me está haciendo eterna). Me refiero, por supuesto, al momento en el que se encomendó a la Virgen de Cortes, que “no es la Moreneta” según sus propias palabras, para que el Estatuto que salga del Parlamento Catalán no sea inconstitucional.

Personalmente me habría parecido más oportuno encomendarse a San Judas Tadeo, que para algo es el patrón de los imposibles, pero más allá de las divergencias teológicas lo que me parece interesante del caso es constatar la escasa confianza que tiene el gobierno que se supone que nos gobierna en sus propias capacidades para llevar a cabo la tarea que los españoles le encomendamos a través de las urnas. Por otra parte, me parece un lamentable ejemplo dentro de la ola de laicismo en la que se supone que debemos sumergirnos gozosamente y, pienso yo, que en el caso de que la Virgen intentase intervenir en el asunto María Teresa Fernández de la Vogue debería involucrarse sin dudarlo e impedir tan intolerable injerencia.

Al mismo tiempo, el Presidente de dicho Gobierno nos habla de que la democracia es lo que tiene, que es imprevisible. Uno piensa, modestamente, que lo que son imprevisibles son las dictaduras, que tienen en su propia razón de ser la arbitrariedad, y también resultan poco previsibles las democracias bananeras. Por ejemplo: ¿quién sabe lo que pasará mañana en Venezuela? ¿Cuántos condenados a muerte habrá este mes en China? ¿Matará la hambruna en Corea del Norte a un millón de personas o solo a medio? No lo sé, es imprevisible…

Por el contrario, en una democracia occidental normal como Francia, Alemania o, por poner ejemplos más modestos, Luxemburgo o Dinamarca, el funcionamiento de las instituciones es bastante previsible y, normalmente, no hay un parlamento regional que se arrogue el derecho de decidir lo que el conjunto de la nación es o deja de ser.

Pero claro, es que en Francia, Alemania, Luxemburgo o Dinamarca no tienen a la Virgen de Cortes, quizá si la tuvieran no les haría falta ni la democracia ni las instituciones ni, tan siquiera, un nuevo “Estatut”.

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