13 septiembre, 2005

Optimismo por decreto

Me comentaba un amigo uno de estos días que está empezando a detectar un elevado nivel de hartazgo con lo que podríamos denominar “el buenrrollismo que nos invade”. Además, y lo que es más importante, según él me contaba este cansancio se puede detectar entre gente de las más variadas tendencias, él mismo es una persona que se preocupa más o menos por la política, pero no es estrictamente partidario de unos o de otros, lo cual creo que da a su opinión cierto valor.

Hay, además, otro factor que es parte indisoluble de ese buenrrollismo y que creo que puede acabar explotándole en las manos a nuestros afanosos gobernantes: el optimismo perpetuo y por decreto que parece impregnar la vida política y social de este país y en virtud del cual todos los problemas van a desaparecer como por ensalmo. No sé dice directamente pero parece que una vez muerto el perro, el PP, se acabó la rabia, que debe ser algo así como el neoliberalismo fascista o vaya usted a saber.

Una de las cosas malas de este optimismo es que deja todo al albur de la imprevisión, así estamos preparados de lujo para los huracanes (lógico, no paran de pasar por aquí) y sin embargo unos inconscientes encienden una barbacoa, llega una racha de viento y PAFF.

Pero aun hay, desde mi punto de vista, otra cosa peor en el optimismo antropológico de nuestros actuales gobernantes: en el fondo se debe a un aire de superioridad para el que no puedo encontrar justificación. Cada ministro, gobernante autonómico o incluso el Presidente parecen pensar frente a cualquier problema que eso lo arreglan ellos en un pispás, bien sea el Estatut catalán, bien el tema del terrorismo vasco, bien el terrorismo islámico, todo parece la mar de sencillo para sus privilegiadas mentes de súper estadistas de la muette, pero luego viene el viento y allá van las llamas, los helicópteros y, probablemente, los estatutos y las treguas.

Porque al final para que las cosas salgan bien hay que hacerlas bien, lo que no suele ser el caso con estos politicastros que nos han caído en suerte. Mientras tanto se puede ir tirando a base de optimismo antropológico, pero antes o después se desmontará todo el chiringuito y cuanto más alta sean las promesas y las apuestas, más estruendoso será el desmorone.

Sólo espero que todo caiga sobre sus cabezas y no sobre las nuestras, sufridos y quizá no tan optimistas contribuyentes.

No hay comentarios: