14 noviembre, 2005

El Dardo en la burrada

El añorado Fernando Lázaro Carreter tenía una columna en ABC (luego en El País) que se titulaba “El dardo en la palabra” y en la que fustigaba como se merece la burrez generalizada de la profesión periodística y el uso “creativo” que nuestros profesionales suelen hacer de la lengua española.

Supongo que no es un homenaje al bravo lingüista, pero resulta que el recientemente reelegido Presidente del Sindicato de Periodistas de Cataluña (SPC) responde por Dardo Gómez y logró mantenerse en el cargo (dudo si por mayoría abrumadora o brumosa) en un congreso celebrado ayer en el que, además, los compañeros de profesión catalanes expresaron su solidaridad con los camaradas de determinados medios que están siendo insultados y atacados por los poderes públicos.

¡Ah! ¿Qué no? ¿Qué lo que han hecho es hablar de una supuestamente “mal entendida” libertad de expresión? ¿Es que se puede entender de muchas formas la libertad de expresión en una democracia? ¿Y resulta que la forma buena es la que dice el gobierno?

Pues según lo que leo (peligro, link al noticiero polanquil, luego no digan que no estaban avisados; por cierto, vía Hispalibertas) a estos “periodistas” de tres al cuarto, lo que les preocupa no es la degradación de una gran parte de la profesión ni que sus compañeros se vean atacados por los poderes públicos, sino situarse a la sombra de los politicastros de turno para medrar en sus propias empresas a golpe de asamblea y de estatuto de los periodistas de regusto fascista.

No representan a nadie y si siguen por ese camino nunca lo harán, pero eso sí, es más que probable que lleguen muy lejos: avanzan por un camino empedrado de puñaladas traperas, intriguillas de despachito y lametazos a los traseros de los poderosos que se pongan a tiro de su lengua, de extensión propia de camaleones si de tales menesteres se trata, pero raquítica como la del canario a la hora de defender al débil frente al poderoso e inexistente si de ayudar a un colega se trata.

¿Periodistas? No, gacetilleros y en el peor sentido de la palabra. Que asco.

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