23 noviembre, 2005

Lo que nos faltaba por leer

A estas alturas de la película uno pensaba que ya lo había leído todo sobre el anterior Presidente del Gobierno, José María Aznar, que en sus ocho años de gobierno tuvo tiempo de asesinar, “genocidar”, crispar, deteriorar nuestras libertades, matar a Manolete, redactar el Estatuto de Cataluña y comer niños crudos, sin embargo lo que no sabíamos es que su proximidad era contagiosa cual gripe aviar.

Y esto es lo que nos viene a decir el señor Justo Serna en un artículo larguísimo (señores, que más de folio y medio no hay quien se lo lea en Internet, a ver cuando nos enteramos) sobre Jon Juaristi, el que fuera Director de la Biblioteca Nacional con el PP y cuya talla intelectual se ha visto agigantada, por contraste y comparación, cuando vemos los espectáculos que ha dado su sucesora, Rosa Regás.

El artículo de marras está escrito en la mejor tradición de la “autocrítica” que hacían los camaradas en los regímenes “democráticos” más allá del telón de acero, con ese tono de “te estás equivocando, amigo”, que podríamos denominar paternalismo de puñal espaldero.

Sin embargo, tras varios (muchos) párrafos de coba y buen rollete el Sr. Serna alcanza el hallazgo total que hace que este artículo merezca la pena, la frase, sólo una, alrededor de la cual se han tejido los dos folios y medio restantes. Está hablando de que desde su condición de camarada percibe que el humor de Juaristi se está avinagrando de un tiempo a esta parte. Hay que decir que Juaristi está amenazado por ETA desde hace años, ahora ve que su esfuerzo y el de tantos otros se puede ir por el retrete, que el sacrificio de muchos no habrá servido para nada, pero él no se está avinagrando por eso, Justo Serna lo sabe bien, vean ustedes: “Yo creo más bien que el humor se le ha avinagrado por completo pero no por esto, sino por su proximidad a José María Aznar”.

Ahí lo tienen, Aznar mancha, su mera presencia física crispa, avinagra, nos pone de mal humor, fíjense que yo sólo estoy escribiendo de él y ya estoy de los nervios. Yo creo que la solución es deportarlo a Santa Elena, ¿le parece bien Don Justo? ¿Y que tal si extendemos la medida a quienes le votaron y no se hayan arrepentido? es que seguro que esos también contagian algo...

Y luego, encima, el artículo se titula "Jon Juaristi y la literatura del insulto". Vivir para ver.

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