16 octubre, 2008

¿10 años para el libro digital?

Anteayer empezó la Feria de Francfort que, según los que saben, es el principal encuentro de la industria editorial en todo el mundo y, por tanto, recibe una importante atención de los medios. Una atención que, como podemos ver en este artículo de El País, se está centrando mucho en el tema de la, temida por algunos y esperada por otros, llegada del libro digital como un objeto masivo de consumo y, finalmente, como sustituto en los grandes mercados del libro como hasta ahora lo conocemos, es decir, de papel.

En el encuentro Pretexto Covarrubias en el que participé hace dos fines de semana el libro electrónico fue también uno de los temas de debate, especialmente en una mesa titulada "Escritores en la Red" en la que participaban dos autores tan conocidos (y reconocidos) como Lorenzo Silva y Alberto Vázquez Figueroa, que mantienen una presencia activa en internet desde hace tiempo y distribuyen a través de la Red parte de su obra.

Silva nos contó que de cada libro "grande" que vende (es decir, que sea novedad y que tenga un precio de alrededor de 20 euros), él percibe tan sólo 1,50 €. Si el libro es de bolsillo, es decir, ya no es novedad editorial, está editado a un tamaño menor y con peor papel y al lector le cuesta alrededor de 7 u 8 euros, su retribución es de sólo unos 25 céntimos. Hay que tener en cuenta que Silva es un autor reconocido y respetado en el mundo editorial, es decir, que es razonable suponer que sus contratos no son especialmente leoninos sino más bien ventajosos.

Cuento todo esto para que pongamos en perspectiva que el negocio editorial mantiene, hoy por hoy, una estructura de costes y precios que no favorece ni a los lectores ni a los creadores, sino a una cadena de intermediarios que hasta ahora resultaban imprescindibles y que tenían que asumir unos costes muy elevados: tiendas, distribuidoras, editoriales... Además, esta estructura del negocio creaba imponentes barreras para que los productos, los libros, llegasen a los consumidores, una de ellas, y no la menor, era el propio precio, pero había otras al final casi más importantes como las limitaciones que impone la distribución de cualquier producto físico.

Algunos de estos problemas se solucionan con el libro electrónico: los costes se reducen de una forma brutal y la distribución a través de la Red es universal, instantánea y sin tener que preocuparse de los estantes repletos, de las librerías caseras en las que ya no caben más libros o de lo difícil que es encontrar esta o aquella obra descatalogadas.

Dos grandes objeciones

Por supuesto, hay problemas, en una cena durante ese mismo fin de semana dos escritoras también muy conocidas (no digo su nombre dado que se trataba de una conversación privada y sería, como mínimo, descortés) expresaban sus dudas basadas en dos puntos: la "experiencia de usuario" y el posible boom de la piratería.

Respecto a lo primero, hay que reconocer que el libro tal y como lo conocemos ahora es un artículo particularmente bien hecho, que ofrece a sus usuarios, los lectores, una experiencia muy satisfactoria y positiva, leer un libro es un acto placentero y confortable más allá de la calidad literaria del texto.

No obstante, llegar a este nivel de satisfacción en el uso por medio de un reproductor digital es una cuestión de desarrollo tecnológico que, si no se ha alcanzado ya (y lo que me cuentan de dispositivos como el Sony Reader o el Kindle de Amazon hace pensar que sí), se alcanzará en muy poco tiempo.

El segundo problema es el de la piratería, algo que en mi opinión debería preocupar menos a los escritores por varias razones. Es un hecho que habrá piratería y que mucha gente leerá muchos libros sin pagar por ninguno, del mismo modo que no se dejarán libros sino que se transmitirán copias sin más, pero el patrón de consumo de un libro es muy diferente del de un disco, por poner el ejemplo que a todos se nos viene a la cabeza: habitualmente sólo se "consume" una o dos veces, pero pasamos con él muchas más horas de las que pasamos con una canción y creo que la relación es diferente, probablemente más intensa y personal; por ejemplo, es raro encontrar a alguien que esté leyendo más de un libro a la vez y mientras lo leemos es "nuestro" libro.

Del mismo modo, a los bibliófilos nos gusta la mera posesión de libros, algo que hoy por hoy parece muy relacionado con el objeto con sus tapas, hojas e ilustraciones, pero que de alguna forma creo que también podría trasladarse a los ficheros. Por poner un ejemplo, actualmente estoy leyendo los Episodios Nacionales de Galdós, mi intención es leer por ahora la primera serie cuyos ejemplares voy comprándome según voy acabando el anterior pero al precio que podrían costarme en formato digital es probable que ya tuviese todos los de la primera serie... y todos los de la segunda, aunque ni siquiera tenga planeado leerlos por ahora.

Está claro: si un libro del estante de las novedades nos cuesta 20 € y un e-book del "estante de las novedades" nos cuesta 2 €... ¿no podría darse el caso de que siguiésemos gastándonos 20 € y comprásemos 10 obras? Incluso en el caso de que gastásemos la mitad de ese dinero ayudaríamos a sobrevivir y a seguir creando a cinco autores distintos en lugar de sólo uno.

El ejemplo de la música

Supongo que alguno de ustedes estará pensando en el negocio de la música, que puede ser un buen espejo en el que se mire la industria editorial y que, desde luego, tiene un problema con la piratería (aunque no creo que ese sea su mayor problema). En mi opinión, el ejemplo es válido sólo en parte, pues hay que tener en cuenta que tanto el uso de un disco (como ya he apuntado) como su proceso creativo son muy distintos a los de una novela, así como lo que podríamos denominar "la unidad básica de producto", que en el caso del negocio discográfico es la canción, con lo que no se produce una reducción tan enorme del coste para el usuario.

Me explico: un disco con diez canciones a un euro cada una nos cuesta diez euros, mientras que una novela podría costarnos dos o incluso menos. Y para una novela no hacen falta varios músicos, ni un estudio, ni un productor o un ingeniero de sonido, con lo que es obvio que esos precios agresivos son mucho más asumibles.

Volviendo al artículo en El País que citaba al principio, hay varias cosas en él que me llaman la atención, la menor de las cuales no es, como bien señala José Antonio Millán, lo atrevido que resulta hacer una predicción a 10 años vista. También hay algunas incongruencias en los resultados de la encuesta a los editores de la que habla, así mientras se afirma que "los libros clásicos no representan ya más que el 42% del volumen total frente a la avalancha de sus parientes digitales", en otro punto se reduce la presencia del libro electrónico a algo meramente testimonial:

Sin embargo, la misma encuesta demuestra que todavía queda un largo camino antes de llegar a un industrial y voluntario Fahrenheit 451: el 60% de los editores no utiliza todavía libros digitales ni los nuevos soportes, y casi nadie (un 7%) cree que los e-libros serán su principal fuente de ingresos dentro de cinco años.

Lo peor es que ese 93% de editores que no ve lo que se les viene encima tiene razón: los e-books no serán su principal fuente de ingresos en cinco años, pero seguramente lo serán de otros que sepan adaptarse mejor al nuevo mercado.

¿El fin del libro?

El debate acaba llegando necesariamente a una pregunta que es la que todo el mundo se hace: ¿desaparecerá el libro tal y como lo conocemos ahora, el libro de papel? Algunos responden con una afirmación voluntarista como que el libro no puede desaparecer, otros afirman con rotundidad que sí, mi respuesta es intermedia: seguirá habiendo libros y seguirán publicándose, pero será una parte marginal del mercado editorial, algo similar a lo que el mercado del vinilo representa para la industria discográfica: un floreciente reducto para coleccionistas y elitistas.

Es decir, que la inmensa mayor parte de la creación cultural y literaria se "rendirá" a lo digital y el papel quedará para cosas muy especiales y como objeto de lujo: seguiremos disfrutando de maravillas como las que publica el Jacobo Siruela, pero leeremos la mayor parte de las cosas en tinta digital.

¿En 10 años? Me temo que no, muchísimo antes, aunque en Francfort todavía no se hayan dado cuenta.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo creo que los dos formatos convivirán sin problemas. Supongo que acabaremos leyendo de las dos maneras, porque el libro tradicional no es que esté "particularmente bien hecho", como dices, es que yo creo que no hay nada que lo supere en la conjunción de fondo y forma. Ah, y ser un elitista bibliófilo en un mundo digital mola mazo... Yo quiero.

Anónimo dijo...

A ver si es verdad que triunfa y se mete en otros sectores como las revistas (molaría leer una revista de gadgets en un gadget...), en este caso incluso se podría obligar a usuario a ver la publicidad, por jemeplo, 5 segundos a cambio de que sean gratuítas.

Tamara dijo...

Del avance y ventajas de las nuevas tecnologías hay que saber aprovecharse, por supuesto, pero en el caso de los libros sigo discrepando de los formatos digitales. No es sólo por la forma bonita de unas buenas tapas, una óptima calidad de papel y la magia de tener en tus manos un libro, es que leer en una pantalla no es cómodo. No lo es, y la tecnología no ha llegado a mostrarme alternativas que me resulten interesantes. Siempre nos queda la opción de imprimir, claro, pero siempre que podamos contar con una buena y potente impresora que soporte el ritmo de tantos libros como nos gusta leer habitualmente.
Creo que no es el mismo caso que la música, pues las mejoras tecnológicas en sus soportes han contribuido a mejorar la calidad y el acceso a ella.
Por otro lado, estoy de acuerdo contigo, Carmelo, en el tema del precio, lo que supone de reducción de costes para el consumidor final, y el ejemplo que mencionas de Lorenzo Silva me ha dejado impactada. Es una buena demostración de que los entresijos en los que se sustenta la industria del libro en este país son turbios y enmarañados. Por este motivo, las ediciones digitales pueden hacer temblar los bien acomodados beneficios de algunos (que, por lo que veo, no son los autores), y a eso me apunto.
Es un proceso que irá dando sus frutos y al que asistiremos con interés para ver sus mejoras.
Por cierto...¿¿¿estuviste con Lorenzo Silva??? Qué envidiaka, majooooo...:-D
Un beso.

gonzajda dijo...

Interesante post Carmelo.
Que placer verlos en estanterías o apilados, cada uno con su forma, tamaño y color...
Desde luego el libro digital es muy práctico para leer en los transportes públicos o para llevar de viaje.