Que la tragedia en Haití es de unas dimensiones inconcebibles es un hecho incuestionable, que la obligación de los medios es reflejarla me parece también una verdad evidente.
Sin embargo, hay una diferencia que no siempre fácil de marcar entre mostrar esa desolación y exhibirla, entre enseñar una realidad terrible y enlodazarse en ella, entre contarnos algo horroroso y servirse de ello.
Porque los muertos, por muy negros y lejanos que sean, incluso por muchos miles que sean, merecen un respeto que creo que no se les está teniendo, porque el bebé al que arrojan a un montón de cadáveres desde la portada de El Mundo tiene o tenía unos padres, incluso podría ser mi hijo y les aseguro que no me gustaría verlo ahí, aunque hubiésemos tenido la mala suerte de nacer, y morir, en Haití y, por tanto, los periódicos nos echasen al montón de cadáveres como un saco.
PD.: La foto ha cambiado justo antes de subir el post, tras ocupar el espacio principal del periódico durante dos o tres horas.
15 enero, 2010
¿Y si ese niño fuese mi hijo?
Posted by Unknown at 12:48 p. m. Menéame
Labels: periodismo
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1 comentario:
Sin ir más lejos en atentados terroristas ocurridos en Europa o en EEUU se cuida sobremanera la imagen de las victimas y en estos casos se olvida.
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