14 octubre, 2005

José Luis, tengo la novena

Nuestro amado Presidente José Luis Rodríguez Zetapé nos ha demostrado últimamente lo sobrado que anda y, en su infinito interés por despreocupar a la ciudadanía, nos dice que tiene ocho fórmulas (ni siete ni nueve, justo ese número de rima sencilla) para arreglar lo del estatuto catalán y que todo el mundo esté superfeliz, supercontento y megatalántico.

Seguramente, por la mente de algunos de los malpensados que leen esta modesta página (que lo sé de buena pinta que muchos sois parte de “el facherío de siempre”, que lo sé) habrá pasado la idea de que tamaño ramillete de violetas no es sino el camuflaje bajo el que se esconde la falta absoluta de creencia o principio alguno al respecto de la cuestión, el hecho de que lo mismo le da ocho que ochenta o, como dice un famoso locutor radiofónico, Juana que su hermana.

No soy yo de esos malvados que van vertiendo insidias tales, pues mi confianza en Zapatero es tan firme como su fe en el futuro de España… Tanto es así que, en mi ánimo de ayudar y de subir peldaños en la escalera que me lleve a un negociado en PRISA, he decidido lanzar mi propia propuesta, que sería la novena como la última Copa de Europa del Madrid (dicho sea lo de última sin ánimo de ofender). Conste donde tenga que constar que nada más lejos de mi ánimo que enmendarle la plana al Presidente: lo único que quiero es contribuir en la medida de mis escasas posibilidades a un talantuoso intercambio de pareceres y/o diálogo.

Pues bien, mi propuesta es que Cataluña sea denominada en el Estatuto como “Ente ectoplásmico supranacional”. ¿A que mola?

Me explicaré empezando por el final, como debe de ser: lo de supranacional viene de que yo creo que Cataluña es más que una nación al igual que el Barça es más que un club, es algo así como una nación de naciones nacionales e internacionales pero a lo bestia, es una unidad de destino en lo universal y en lo particular, es como un túnel del Carmelo que aguanta, es, en definitiva, una especie de Shangrila pero en el que si te encuentras a alguien con la cabeza rapada en lugar de un monje budista es el Nenngg de Castefa, es decir, algo mucho más divertido. Cataluña, además, no se detiene en sus fronteras o en las de los Països Catalanes o Eurorregiones que podamos inventarnos (y que nos inventaremos, tiempo al tiempo), sino que extiende su manto de amor, fuet y pantumaca por doquiera: allí donde alguien escuche L’estaca del Llach estamos en una petita Catalunya Lliure, si eso no es más que una simple nación…

En cuanto a lo de “Ente ectoplásmico” no es sino una forma de referirme a la incorporeidad de los principios que sustentan la supranación catalana, su intemporalidad y su existencia más allá de lo visible y lo palpable, su realidad difusa, para que ustedes me entiendan. Cataluña es una verdad tan magna que resulta inasible e inmarcesible y sólo algunos tienen la dicha de que se materialice en su presencia, habitualmente tras resplandecer el éter.

Yo creo que esta definición ha de satisfacer por fuerza a las distintas sensibilidades que componen el Parlamento del Estado Español, así como a las distintas nacionalidades, comunidades, naciones y clubes de petanca que pueblan su territorio, y el que diga que no le gusta demostrará ser un fascista de tomo y lomo y tener menos talante que los leones de Ángel Cristo.

No te preocupes, José Luis, que si por una de estas cosas que pasan malgastas tus ocho aquí tienes mi propuesta, la novena.

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