23 diciembre, 2005

Hacia la dictadura sin disimulos

Nos presenta el periódico oficial del régimen (cuidado, link al diario que no depende de la mañana) los planes del gobierno para instaurar, sin disimulos, un régimen de censura para los medios audiovisuales idéntico al que se está tratando de poner en marcha en Cataluña, es decir, el final de la democracia tal y como la entendemos hoy en día, tal y como se entiende, por cierto, en todos los países de occidente: espacios en los que los ciudadanos son libres para expresarse y los periodistas pueden criticar al poder, que es probablemente su principal función.

Y es que, a pesar de que intenten hacernos creer lo contrario, la democracia no es simplemente un sistema en el que los ciudadanos votan cada cuatro años a un poder omnímodo que hace lo que le sale de los cojones, con perdón; la democracia es un sistema de equilibrios en el que son imprescindibles el respeto la división de poderes, a las minorías y, muy especialmente, a los derechos de los ciudadanos.

Entre estos derechos hay algunos extremadamente importantes: a la propia vida y a la propiedad, por ejemplo, y muy especialmente aquellos que en todos los regímenes dictatoriales de la historia de la humanidad han sido los primeros en desaparecer: el de opinar, el de informarse, el de reunión… es decir, los que es imprescindible eliminar para que luego el poder pueda desmandarse sin que nadie se le oponga.

Siguiendo el manual de la perfecta dictadura nuestro gobierno, que cada día demuestra más a las claras que no cree en otra cosa que en su propio ejercicio del poder (ni en la democracia ni en la nación ni en ningún tipo de norma ética), se dispone a amordazar a los medios audiovisuales; después el Estatuto del Periodista acabará de cerrar la boca a la prensa escrita, a los que opinemos en Internet y, en definitiva, a todo lo que se mueva.

Estos son los que hablaban de déficit democrático durante los gobiernos de José María Aznar, estos son los que prometían “una democracia de mayor calidad”, estos liberticidas y aprendices de dictadorzuelo son los que se pasan el día perorando de diálogo, talante y respeto.

Cada día es más un asunto de higiene democrática desalojar a esta gentuza, sí, gentuza, del poder al que han llegado por accidente pero en el que están dispuestos a quedarse “como sea”. Lo haremos y lo haremos democráticamente, con la fuerza de nuestros votos y, sobre todo, con la fuerza de la razón.

Mientras tanto, preparémonos para una dura batalla por la libertad.

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